Esperó el instante en que el expreso del norte cruzó lentamente el puente de hierro. El expreso pasó, y desapareció detrás de la fachada de la estación.
Entonces Ganin cogió las maletas, llamó a un taxi, y dijo al taxista que lo llevara a otra estación, a la estación situada en el otro extremo de la ciudad. Eligió un tren que salía para el sudoeste de Alemania, dentro de media hroa. Gastó la cuarta parte de cuanto dinero tenía en el mundo para pagar el billete, y con agradable excitación pensó la manera en que cruzaría la frontera sin necesidad de un solo visado. al otro lado se extendía Francia, la Provenza, y después el mar.
El tren partió y Ganin se sumió en un leve sueño, con el rostro oculto por los pliegues del impermeable colgado de un gancho, sobre el asiento de madera.
Entonces Ganin cogió las maletas, llamó a un taxi, y dijo al taxista que lo llevara a otra estación, a la estación situada en el otro extremo de la ciudad. Eligió un tren que salía para el sudoeste de Alemania, dentro de media hroa. Gastó la cuarta parte de cuanto dinero tenía en el mundo para pagar el billete, y con agradable excitación pensó la manera en que cruzaría la frontera sin necesidad de un solo visado. al otro lado se extendía Francia, la Provenza, y después el mar.
El tren partió y Ganin se sumió en un leve sueño, con el rostro oculto por los pliegues del impermeable colgado de un gancho, sobre el asiento de madera.
Vladimir Nabokov en
Mashenka.
Anagrama bolsillo