El último sol de la tarde
abandona las fachadas de enfrente
con una caricia lenta,
agradecida.
Si por él fuese, se quedaría
un rato más entre nosotros,
pero en las calles
las farolas manchan ya de amarillo
las aceras
y el tráfico
ha empezado a desquiciase:
pequeños síntomas
de que su retirada no tiene vuelta atrás.
Nada grave.
Sencillamente
otro domingo que se va.
Solo los viejos
lo ven marcharse
con melancolía.
Ellos hacen otras cuentas.
A ellos
nunca loes parece un día más.
Karmelo C. Iribarren
en La última del domingo.
Visor poesía.