Pocas cosas
tan hermosas
como una caja por estrenar de lapiceros:
doce soldados fieles
perfectamente alineados,
con su carbón por dentro
y con todas las letras por delante.
Pocas cosas
tan misteriosas
como estos doce lápices,
uniformados con el color de las avispas,
brillantes todavía,
afilados cuidadosamente.
Vienen de la madera y de la mina
y se dirigen,
con desigual fortuna,
a las palabras, los números o los dibujos,
al mostrador de entrada de una cárcel.
Todos son iguales y, sin embargo,
qué vidas tan distintas les esperan.
Ignoramos
en qué manos caerán,
en qué otros labios rodarán gozosos,
madera y mina,
carbón,
a qué otras batallas prestarán
su trazo y su servicio.
Ignoramos casi todo
de los lápices:
yo nunca he terminado uno.
Un día ya no están.
Pero andan por ahí, como los hijos,
llevando nuestro aroma,
repitiendo
palabras aprendidas con nosotros.
Ahora son solamente
maderas y carbones.
Pocas cosas
tan hermosas
como estos doce lápices,
con tantas cosas dentro todavía.
Natxo Vidal
en Atrás no es ningún sitio
Aula de Poesía de la Univ. de Murcia.
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