Una vez al año el circo Boswell llega a Worcester. Todos los de su clase van; durante una semana se habla del circo y de nada más. Incluso los niños de color van, a su manera: merodean por los alrededores de la carpa durante horas, escuchando a la orquesta, espiando por las ranuras.
Planean ir la tarde del sábado, cuando su padre juega al críquet. Su madre lo convierte en una excursión para los tres. Pero en la taquilla escucha con asombro los elevados precios de los sábados por la tarde: dos chelines con seis para los niños, cinco para los adultos. No lleva dinero suficiente. Compra las entradas para él y su hermano. "Entrad, yo os espero aquí", dice. A él se le han quitado las ganas de entrar, pero ella insiste.
Dentro se entristece, no logra divertirse; sospecha que su hermano se siente igual. Cuando salen al final del espectáculo, ella sigue allí. No consigue desterrar un pensamiento durante muchos días: su madre esperando pacientemente bajo el sol tórrido del mes de diciembre y él sentado en la carpa del circo para que lo entretengan como a un rey. Le perturba el amor ciego, abrumador, por el que lo sacrifica todo, de su madre tanto por su hermano como por él, pero sobre todo por él. Querría que no lo quisiera tanto. Ello lo ama de forma absoluta, y por tanto él debe amarla con la misma entrega: esa es la lógica que ella le impone. Nunca podrá devolverle todo el amor que derrama sobre él. La idea de una vida lastrada por una deuda de amor lo frustra y lo enfurece hasta el punto de que decide no besarla más, hasta rehúsa que ella lo toque. Cuando la madre se da la vuelta en silencio, herida, él endurece su corazón deliberadamente contra ella, negándose a ceder.
J.M. Coetzee
en Infancia.
Debolsillo.
Planean ir la tarde del sábado, cuando su padre juega al críquet. Su madre lo convierte en una excursión para los tres. Pero en la taquilla escucha con asombro los elevados precios de los sábados por la tarde: dos chelines con seis para los niños, cinco para los adultos. No lleva dinero suficiente. Compra las entradas para él y su hermano. "Entrad, yo os espero aquí", dice. A él se le han quitado las ganas de entrar, pero ella insiste.
Dentro se entristece, no logra divertirse; sospecha que su hermano se siente igual. Cuando salen al final del espectáculo, ella sigue allí. No consigue desterrar un pensamiento durante muchos días: su madre esperando pacientemente bajo el sol tórrido del mes de diciembre y él sentado en la carpa del circo para que lo entretengan como a un rey. Le perturba el amor ciego, abrumador, por el que lo sacrifica todo, de su madre tanto por su hermano como por él, pero sobre todo por él. Querría que no lo quisiera tanto. Ello lo ama de forma absoluta, y por tanto él debe amarla con la misma entrega: esa es la lógica que ella le impone. Nunca podrá devolverle todo el amor que derrama sobre él. La idea de una vida lastrada por una deuda de amor lo frustra y lo enfurece hasta el punto de que decide no besarla más, hasta rehúsa que ella lo toque. Cuando la madre se da la vuelta en silencio, herida, él endurece su corazón deliberadamente contra ella, negándose a ceder.
J.M. Coetzee
en Infancia.
Debolsillo.
¡Cosas más raras cita usted, caballero!
ResponderEliminarNo por mucho rebuscar es mejor lo publicado, aunque si lo que sacamos es lo ya trillado... ¿para que le he echado mano?.
ResponderEliminarDe J.M.Coetze leí hace unos años "El maestro de Persburgo" pero ¿puede usted creerse que no me acuerdo de casi nada de la novela?
ResponderEliminarDecididamente a este señor no lo voy a poner en los altares de mis predilectos. ¡Lo siento!
Es una escritura fría, no sé explicarme mejor.
Micomicón.