lunes, 7 de julio de 2008

Diego Sánchez Aguilar: C.S.I

“La naturaleza del número es la de suministrar conocimiento, guiar y enseñar a cualquiera lo que es dudoso o desconocido. Pues ninguna de las cosas sería clara para ninguno, ni en sí mismas ni en sus relaciones con otras cosas, si el número no existiera y no fuera su esencia. Pero el número armoniza todas las cosas con la percepción sensible dentro del alma, haciéndolas así reconocibles y correspondientes entre sí al dotarlas de corporeidad y dividir las relaciones de las cosas en dos grupos, según sean limitadas o ilimitadas”


Filolao

Entonces, sin perder de vista el superlativo o la perfección en todos los puntos, me pregunté: entre todos los temas melancólicos, ¿cuál lo es más, según lo entiende universalmente la humanidad? Respuesta inevitable: ¡la muerte! Y, ¿cuándo ese asunto, el más triste de todos, resulta ser también el más poético? Según lo ya explicado con bastante amplitud, la respuesta puede colegirse fácilmente: cuando se alíe íntimamente con la belleza. Luego la muerte de una mujer hermosa es, sin disputa de ninguna clase, el tema más poético del mundo.

Poe



Exterior noche.

La escena del crimen es el desierto cruzado por una solitaria carretera.

Plano detalle de la piel de una serpiente y su geometría cromática.

Sobre una manto azul de arena helada por la noche,

el cadáver de una hermosa joven desnuda.

La policía científica analiza el desierto.

Lo divide en cuadrantes trazados de punto a punto,

police line do not cross,

al fondo en Las Vegas la gente apuesta al número impar,

lanzan sus dados y rezan al azar abolido, las cifras giran como todo.

Sobre la mesa de disección la hermosa joven desnuda yace abierta en canal.

Nunca es más hermosa la belleza que cuando muere, metáfora del cisne.

La melancolía es extraída con pinzas frías como el acero con que están hechas.

La arena es pesada y analizada. Sus componentes son cuarzo granito y nada

en una proporción de 30 sobre 100. La realidad se divide en 100 partes.

A veces hiperbólicamente en 110. Pero eso ya es literatura, no es.

El asesino escribió su nombre sin saberlo.

El asesino siempre habla aunque no quiera. El lenguaje de los números

y de la sangre es anterior y posterior a él, no lo necesitan.

El asesino es la víctima de sus huellas.

Nadie fue testigo.

La sala de interrogatorios está vacía.

Las preguntas esperan, las mismas de siempre.

La hora de la muerte se estableció entre las diez

y las doce de la noche, según la rigidez de la belleza.

La causa de la muerte no está clara.

Es oscura. Es la noche. No se descarta el suicidio.

La policía científica sigue buscando en el desierto como en un libro

y calculan cuántas páginas les quedan: el asesino estará al final,

en la última página

cuyo número divide lo limitado de lo ilimitado.



Diego Sánchez Aguilar

en Diario de las bestias blancas.

Aula de Poesía de la Universidad de Murcia. 2008.

(Premio Dionisia García, 2007)



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