En el ensayo que escribió demostrando que la guerra del Golfo no había sucedido -pues todo aquello que protagonizaron Saddam Hussein, Kuwait y las fuerzas aliadas no había pasado de ser una mojiganga televisiva-, Jean Baudrillard afirmó: "El escándalo, en nuestros días, no consiste en atentar contra los valores morales, sino contra el principio de realidad". Suscribo esta afirmación con todos sus puntos y comas. Al mismo tiempo, ella me dio la impresión de una involuntaria y feroz autocrítica de quien, desde hace ya buen número de años, invertía su astucia dialéctica y los poderes de su inteligencia en probarnos que el desarrollo de la tecnología audiovisual y la revolución de las comunicaciones en nuestros días habían abolido la facultad humana de discernir entre la verdad y la mentira, la historia y la ficción, y hecho de nosotros, los bípedos de carne y hueso extraviados en el laberinto mediático de nuestro tiempo, meros fantasmas automáticos, piezas de mercado privadas de libertad y de conocimiento, condenados a extinguirnos sin haber siquiera vivido.
Al terminar su conferencia, no me acerqué a saludarlo ni a recordarle los tiempos idos de nuestra juventud, cuando las ideas y los libros nos exaltaban y él aún creía que existíamos.
Mario Vargas Llosa
en La civilización del espectáculo.
Alfagura.
terrible, me parece un elogio aun pasado idealizado. De verdad se cree que hay cultura sublime y una cultura inferior
ResponderEliminarQuedo muy desilusionada
Angela