viernes, 21 de septiembre de 2012

Chema Madoz

El zapato impar, por su parte, resultó muy locuaz y le dejaron desahogarse. Su dueño había perdido el pie derecho en un accidente laboral condenándole a él y al resto del calzado de la casa a aquella suerte de viudez que sobrellevaba con pesadumbre.

-¿Qué fue del otro zapato?- preguntaron las zapatillas deportivas.
-Lo enterraron con el pie amputado, a modo de mortaja, y desde entonces, me siento dividido, fragmentado, incompleto. Antes parecíamos dos, como cualquiera de vosotros, pero éramos uno, porque ahora que parezco uno sé que soy medio.

Juan José Millás
en No mires debajo de la cama.
Editoral booket.

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