En su lugar hallé unas ruinas,
Celosas, como Lázaro, de haber muerto dos veces.
Nada que descifrar: sólo asumirlo,
Sin doma, a brida suelta, como alfabeto propio.
El poema no quiere decir, quiere ser: ser
En sí mismo, en los otros; inventar,
Ya que no florecer, la rosa en cada sílaba.
Sabemos bien que el hombre no soporta
Un exceso de realidad. Tampoco
Lo contrario: el silencio y los desiertos,
Que al cabo dictaminan la renuncia al poema.
La escultura de hielo que Poero de´Medici
Encargó a Miguel Ángel,
Para ganarle el paso a la nieve acumulada
En el patio de su palacio florentino.
Se derritió la nieve y la obra con ella.
Lo conocemos por Vasari,
Que acaso lo intenvó. Y así
Alberto Chessa en
en la radiografía apareció la piel.
Huerga y Fierro editores.
Alberto Chessa (sin barba)
Tanto mata el exceso de realidad como el de ficción, el exceso de palabra como el amargo silencio
ResponderEliminarMuy bonito