miércoles, 9 de julio de 2014

A. R. Ammons: Basura (2)


Basura tiene que ser el poema de nuestra época porque
la basura es lo bastante espiritual y creíble como para

embargarnos la atención, estorbando, poniéndose por medio,
amontonándose, apestando, manchando los arroyos

de marrón y de blanco cremoso: qué otra ocas nos aparta
de los errores de nuestros ilusorios usos, no la tentación

de carecer de porquería, eso resulta remoto, y,
en cualquier caso, inimaginable, poco realista: yo nos soy un

abreboquetes o tapaboquetes: métele el dedo
a la dama (qué digo, mierda, al dique), que no derrame

el fluir de la cratividad, lo que viene aflorando, futurista,
los orígenes que fomentan la porquería: junto a la I-95, en

Florida, dond es raso el terreno como son rasos océano
y golfo, surgen montones de desechos (porque si sacas una

cosa para hacer sitio y meter otra dentro, qué ocurre con
la cosa que has sacado: lo mismo pasa con las tumbas),

se arrastran los camiones de basura como con reverencia,
como si ascendieran por zigurats hacia las altas aras

que conservan con vida gaviotas y basura, ofrendas
a los dioses de la basura, la represalia, la expectativa

realista, las deidades de ingratas necesidades:
jóvenes y refinadas lombrices de tierra, ahogadas

por lluvias primaverales en pozas de macadán, se vuelven
en día y pico blancas de humedad, redondas motas

con aspecto de esputo o cremonísismos moluscos,
crudos y machacados: si este poema no es el mejor

del siglo, acaso puede tratar del peor poema
del siglo: al menos aparece hacia el final,

y así debajo de su medida puede cundir un
largo reguero de bazofia: pero arriba, en las alturas,

un humo mínimo emana día y noche la munificencia
sacrificial hasta entoldar el cielo de marrón y encerrarnos

como en una tetera bien tapada, la sempiterna llama
alimentada por esta intendencia de acres de profundidad:

la oferta gratuita de una silla de plástico paticoja:
un harapiento atuendo deportivo: la impresión de un

mainá pringada de gelatina: cómo escribir
este poema; debería ser corto, una pequeña explosión de

dúplex, o largo, pieza que caza sin veda, llega a casa
tarde, pierde la pista y la vuelve a encontrar;

debería actuar, representarse, dar ejemplos,
ilustraciones, colores, atuendos, o intensificarse

y quedar reducido a proclama, osamenta que un corpus
cualquiera alcanzaría a rodear, o acaso no debería ser nada

de nada a menos que se encuentre a sí mismo: el poema,
que trata de la idea presocrática del

eje disposicional que va de piedra a viento y veinto
a piedra (junto con elaboraciones mías, si alguna cabe),

está completo antes de comenzar, así que no es preciso
que me apresure a abreviar, aunque cualquier lector cansado

podría concluir en breve: el eje quedará bastante
claro si se embadurna aquí y allá con un poco de tinta

o está bien afinado en toda forma o tonalidad
de su revelación: este es un poema científico,

y afirma que la naturaleza modela valores, que nosotros
inventar hemos inventado poco (hemos copiado), reflejos

de posibilidades que ya estaban aquí, donde vinimos
a parar y la forma de venir: un director sacerdotal tras el

buldózer que echa negros bufidos ladea las cosechas y
lee las aves, millones de solitarias que van circundando

una cumbre común, cayendo sobre las vetas carnosas
y los inflados panecillos (¿frailecillos?): hay un montón,

además, en la mente del poeta hasta donde se remolca
la lengua muerta para que arda entera, la energía se conserva

y cobra hechura de giros y conjuntos nuevos, y la mente
se fortalece con lo que ella misma fortalece, y es que

dónde sino en el culo mismo de una caída está
la redención, dónde sino en el rebajamiento, dónde

sino en el dolor del fracaso, la pérdida y el error discernimos
nosotros las feroces aflicciones que nos hacen girarnos,

dónde sino en los arreglos a los que el amor nos arrastra
del todo, donde no queda ni un resto de nuestros alardes

sin humillar, hallamos dulce semilla de nuevas
rutas; pero somos naturales: fue la naturaleza, no

nosotros, quien nos dio pie: aun así no estamos, aun siendo
naturales, divorciados de más altas y más finas configuraciones:

tejidos y hologramas de energía circulan en
nosotros, y buscan y encuentran representaciones de sí mismo

fuera de nosotros, de forma que podemos participar en
altas celebraciones y conocer alcances de sentimiento

y vista y pensamiento tales que penetran (realmente
penetran) lejos, más lejos que estas húmedas células nuestras,

y van alzándose y pasando nuestras historias, los planetas,
las lunas y demás cuerpos localmente hasta llegar al otro lado

del polo, odnde las formas de la materia se difunden
y la energía pierde todo medio para expresarse excepto

en cuanto espíritu: ah, sí: allí, en lo que dura, donde
dura la mente y nada más, lo eterno,

hasta que pasa a ser otra pera o pez sol,
ese destello pasajero en el ojo del pez que hace

tanto que está allí, yendo y viniendo: es el
destello de la eternidad: todo se vuelve a desenvolver,

cobra forma y la pierde, palpable e impalpable,
y  en una sola fase, la misma del dolor y del amor,

nosotros conocemos al otro, donde lo perdurable viene a
prevalecer, bien y sin trabas: ese cielo que mayormente

queremos es, sin embargo, este infernal fondo infestado
por reacción, el sobrecogedor culo del cielo: hay que escribir y

reescribir hasta que bien rescrito esté: si estoy en
contacto, dijo ella, entonces llevo delantera: qué

infernal forma de hablar es esa: no me puedo creer
que yo ya sea un simple viejo, cuya madre está muerta,

cuyo padre ha fallecido y muchos de cuyos
amigos y colegas se han ido para terminar bajo

tierra, que solo es viento con peso, o convertidos
en polvo, brisa más leve: pero es que, francamente, todo

esto era de esperar y no de desear: incluso
viejos árboles, recuerdo algunos de ellos, el lugar

donde se alzaban: las fotos tomadas junto a algunos:
y viejos perros, sobre todo uno negro, uno imperial,

los cuatrillizos con sus jerarquías (arquías como en Archie)
sucediéndose unos a otros, ladridos y retozos van pasando

hasta perderse como transparencias en un proyector: qué
eran entonces ellos que son ahora lo que son:


A. R. Ammons
en Basura y otros poemas.
Traducción de Daniel Aguirre y Marcelo Cohen
Lumen.

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