Motivo de la portada de Antonio Gómez Rivelles
AYER estuve en el parque, jugando con mis hijas. Viendo cómo jugaban ellas con los otros niños, mientras los mayores, sentados en el banco, hablábamos de cosas aburridas. Al final de la tarde (invitadas, tal vez, por la propia luz, ya a la fuga) decidieron jugar al escondite. Aunque el juego posea una serie de normas comúnmente aceptadas (compartidas, quiero decir) en todos los lugares en los que se juega, que son todos, no es menos cierto que en cada lugar se desarrolla en base a claves o procedimientos diferentes. En ocasiones son solo pequeños detalles, cambios mínimos en la terminología o el mecanismo de las partidas, pero bastan para hacer de cada una y de cada sitio un espacio único, una experiencia irrepetible. (En La conjura contra América, por ejemplo, habla Philip Roth del mismo juego al que juegan hoy mis hijas, con pequeñas variaciones, más de setenta años después, al que él se refiere como a conquistar el mundo y al que nosotros llamamos simplemente sangre). Por si fuera poco, en el caso concreto del escondite, las normas pueden variar dependiendo del carácter del que paga (el jugador que busca a los escondidos), ya que los jugadores menos deportivos no están dispuestos a aceptar determinadas normas. Aquellas, sobre todo, que consideran más perjudiciales para su tarea. A veces estos cambios dan origen a fuertes controversias entre jugadores.
Comenzaron a jugar al escondite, decía. Me sorprendieron pronto algunas reglas
algunos términos
que yo no recordaba que existieran en mis partidas de niño
en el mismo barrio
casi en las mismas calles
Rápidamente constaté que existen un montón de normas: perrito guardián, relojito, zanahoria... cuyo significado ignoro. Pero hubo una que me sorprendió, especialmente. Para no andarse por las razas, el que está pagando dice diccionario. ¿Y qué significa diccionario?, dije. Pues para no decir todas las normas, me contestaron, decimos
diccionario
porque en el diccionario están todas las palabras, y terminamos antes.
Llevo toda la noche pensando en ello. Y tienen razón.
Te he dicho muchas veces que te quiero, de formas diferentes.
Hemos montado juntos la grupa del deseo, convertida la carne
en un incendio
las manos sucias
la boca sucia
los cuerpos destrozados y mojados
olvida todo lo que te he dicho antes
olvida todas las palabras
vamos a seguir su ejemplo porque ellos son mejores que nosotros
diccionario amor mío
diccionario.
Natxo Vidal
en Ícaros desorientados.
Raspabook, poesía.
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