TRES HORAS DE DIFERENCIA
separan mi día del día de Steven.
Nuestras voces recorren la distancia
saltan de una antena
a un repetidor a
las ondas que ahora impulsan
una bandad de gansos que migran al sur.
En el aire se cruzan las noticias:
Mi madre sigue viva.
Mis padres siguen vivos.
Los gansos transportan el ritual del encuentro
Como un cartel publicitario
ondeando
en la cola de una avioleta.
Me dice: mi mujer acaba de despertar.
Un zumbido distorsiona su voz:
tiene un linfoma de Hodgkin.
Recuerdo bien a su mujer
viví con ellos un verano.
Steven me dejaba su coche para ir al trabajo
un BMW automático blanco
nada que ver con mi Renault 5 gris
cuatro marchas
tres puertas
de segunda mano.
Yo iba por la autopista americana
hacia un trabajo de mierda
como na rapera blanca
en un deportivo blanco.
Cuando regresaba a la casa
me sentaba en un sofá de cuero negro
con un libro y un vaso de leche
en el salón solitario.
Una noche entraron Steven y su mujer.
Ella le dijo:
Dile que coja un posavasos.
Sí, recuerdo bien a su mujer.
Me gustaba más su amante
tenía sangre irlandesa
un exmarido borracho y un periquito azul.
Al final del día
colocaba alpiste en sus labios
abría la jaula del pájaro
y al norte de Harlem
en una cocina diminuta
acaecía el milagro de la Anunciación:
un rostro de mujer arrebolado
y en us boca, prendido, un latido azul.
La voz de Steven se alza sobre el recuerdo:
todos nacemos con un destino
sólo podemos seguir nuestra estrella.
Y cuelga.
Los gansos continúan su viaje ineluctable hacia el sur
mientras Steven y yo retomamos nuestro camino
con tres horas de diferencia.
Nuria Barrios
En La luz de la dinamo.
Fundación José Manuel Lara. Vandalia.
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