domingo, 24 de marzo de 2019

Gata Cattana: Hojita de menta.


Nosotras siempre hemos sido
lo que nunca seremos.

 Hemos vaciado la copa
 y esputado los restos,
 hemos visto a la mediocridad
 vestirse de hegemonía,
 hemos mirado
 con los ojos soberbios,
 perdonavidas,
 y les hemos perdonado,
 y es algo que jamás nos perdonarán.

 Hojita de menta, Hojita de menta,
 nos columpiamos en la ignorancia,
 creímos en el conocimiento
 en perjuicio del status quo,
 elegimos la epopeya como Aquiles,
 elegimos la manzana,
 y eso es algo que jamás nos perdonarán.

Nosotras fuimos
 de costumbres prehistóricas,
 de leer junto al fuego
 el arrabal y la vanguardia,
los textos sagrados y las fisuras,
 eruditas hasta la arcada,
 sabiondas, repelentes
 hasta la médula.

 Fuimos un mucho de puta
 y un poco de monja,
 demasiado humanas para endiosarnos,
 demasiada idea para tan poca carne,
 fuimos tan del sur
que le dimos la vuelta,
 fuimos tan incógnitas
 que ni nosotras mismas
 sabíamos muy bien.
Y por si acaso el revólver.

 “Lo importante no es ser muy listo
 sino ser buena persona”,
decía mi madre y después dirías tú
más mentirosa que nunca.
 Nosotras quizás no éramos tan listas
pero ni mucho menos buenas personas.
Nosotras no éramos personas
y eso es algo que jamás nos perdonarán.
 Nosotras éramos los idus de marzo,
 la conjura, la disidencia,
 la disidencia siempre,
 fuera cual fuera el autor
 o el imperio,
 nosotras éramos un blanco perfecto,
 la plebe enardecida pedía crucificados
 y ahí nosotras, veníamos a dárselos
 con los brazos abiertos,
 alguien tenía que profanar toda esa mierda.

 No eran tiempos fáciles
 para nadie,
 para nosotras fue como matarnos,
 como la flecha en el talón,
 el comienzo del nuevo siglo
 y la vuelta a la Pangea.
 Los humanos se reubicaban
y corrían a por los dólares despavoridos.
 Los empresarios promovían reformas laborales
 y los gobiernos legalizaban la esclavitud.

 Y en medio de todo esto
 me dices que te vas,
 y te vas,
 y me dejas aquí con los planos sin acabar,
 con los apuntes de filósofos
 que dicen cosas de esas que te gustan,
 y la palabra en la boca.
 Eso es lo de menos.

 Lo demás es cargar yo sola
 con todas esas dudas
 existenciales, tripipoéticas, estrafalarias,
 y escucharte contradecirme y aconsejarme
 por donde quiera que vaya,
como una voz en off,
 como un fantasma.
Dos locas siempre son menos locura
 que una sola loca,
 dos locas es algo más normal,
 pero ¿una loca sola vaciando la copa
 y esputando los restos,
 escuchando voces
 y clamando al cielo,
 leyendo a Deleuze
 sin que tú me lo expliques
 y mentándote por ahí
 como una aparición?
 Eso sí que no.
 Eso es algo que jamás te perdonaré.



Gata Cattana
En  La Escala de Mohs
Verso & cuento. Editorial Aguilar. 

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