El cielo ya no es nada.
Y de la nada emergen las cenizas,
blancas y lentas, exiliadas del tiempo.
No nos pertenece el milagro, ni e lejano incendio.
Pero, por un instante, nos cubre la alegría
aunque solo acertemos a decir:
Mira, está nevando.
Esta felicidad en silencio,
esta nostalgia de lo que no hemos conocido
y sin embargo aparece ante nosotros,
de la nada, sobre el asfalto.
Hasta que los coches la convierten en barro
y todo vuelve a su sitio
como un reloj que vuelve a funcionar de repente,
un apagón que se arregla demasiado pronto.
Cuando todo esto arda,
cuando tú y yo ardamos de frío,
sobre qué otros campos caerán estas cenizas del invierno.
En qué otros mundos mirarán al cielo vacío
y verán aparecer de repente los copos ingrávidos,
Diego Sánchez Aguilar
en La cadena del frío.
La estética de fracaso.
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