Las cosas que había aquí antes de tu muerte
y las cosas que han venido después:
A las primeras pertenecen en primerísimo lugar
tu ropa, joyas y fotografías
y el nombre de aquella por la que te bautizaron
y que también murió joven.
Pero asimismo un par de facturas, la decoración
de un rincón particular de la habitación
una camisa que me planchaste
y que gaurdo con todo cuidado
debajo del montón de camisas
ciertas piezas musicales y el perro sarnoso
histérico que siempre se está levantando
y riéndose estúpidamente como si estuvieses aquí.
A las segundas pertenecen mi nueva estilográfica
un perfume bien conocido
sobre la piel de una mujer a la que apenas conozco
y la nueva bombilla que puse en la lámpara de la cama
a cuya luz leo sobre ti
en todos los libros que trato de leer.
Las primeras me recuerdan que exististe.
Las últimas, que ya no existes.
En esta casi inexistencia de diferencia
la que encuentro difícil de soportar
Henrik Nordbrandt
en Nuestro amor es como Bizancio.
Traducción y prólogo de Francisco Uriz.
Debolsillo
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