En el Libro del viaje nocturno, Ibn Arabí
sugiere que la Tierra es un esbozo
de algo futuro, algo que aún está por llegar.
Así de extraño es el amor también:
solamente sonándose a sí mismo
acaba por cobrar verdaderamente apariencia.
El sueño del amor es su verdad.
Mi amor, te hablo a ti ahora: entra en la tierra.
adentro está la casa. Ayúdame
a distinguir raíces de cimientos,
los surcos de las grietas, el riego de la sangre.
Rodemos hacia arriba,
perdámonos en el ascenso:
hierbas que crecen tierra afuera,
anémonas de luz en el relámpago.
En tus manos el cielo queda cerca,
promesa de otro cielo ya sin sombra,
abanico de luna. En tu secreto
crecen las flores
como crecen tus manos, más y más:
hasta alcanzar la altura de un planeta,
hasta el amanecer de un orbe
ni siquiera soñado todavía.
Hoy te llamas amor. Tu voz gatea
por las montañas, abre
rutas al aire para que se filtre la luz.
Trabajemos la tierra desde el aire,
desde las alas, desde el vuelo,
con la sabiduría que da el haber amado.
Al fin llegó la hora, nuestra hora,
y es la hora de vivir todo en plural:
las semillas, los frutos, las cosechas.
Escucho en ti la música del agua.
Soy de ti, formo parte de tu arcilla.
No dejes de venir, hay tarea pendiente.
Hemos de completar el cielo de otra Tierra
Alberto Chema
en Palabras para luego.
Colección Signos de Huerta y Fierro editores.
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