Qué súbitamente lo íntimo
queda al descubierto en una ciudad bombardeada,
como el papel pintado con listas blancas y azules
de un dormitorio de un segundo piso está ahora
expuesto a la nieve que cae lenta
como si la habitación hubiera contestado a la explosión
vestida sólo con su pijama de rayas.
Algunos vecinos y unos soldados
tantean con un palo lo escombros
y se fijan en la escalera que cuelga,
el retrato de un abuelo,
una puerta que se balancea de la bisagra que queda.
Y al baño se le ve casi avergonzado
de sus paredes de ocre al descubierto,
el amasijo de las tuberías,
del lavabo hundido hasta las rodillas,
la cortina de la ducha rajada,
las estelas de burbujas destruidas de un pez de colores.
Es como una vista panorámica sobre una casa de muñecas
como si un niño arrodillado pudiera meter la mano
y coger el escritorio, enderezar un cuadro.
O pudiera ser una habitación sobre un escenario
en una obra sin personajes,
sin diálogo ni público,
sin principio, nudo y desenlace-
sólo los muebles rotos en la calle,
un zapato entre bloques de hormigón ligero,
una fina nieve aún cayendo
sobre un lejano campanario, y la gente
cruzando un puente que todavía se sostiene.
Y más allá -cuervos en un árbol,
la estatua de un gobernante a caballo,
y nubes que se asemejan al humo,
e incluso si sigues más, en otro país
en una manta bajo un árbol de sombra,
un hombre que sirve vino en dos vasos
y una mujer deslizando
los pasadores de madera de un cesto de mimbre
lleno de pan, queso, y varios tipos de aceitunas.
Billy Colins
en Lo malo de la poesía y otros poemas.
Bartleby Editores.
Traducción de Juan José Almagro Iglesias.
pues tenias razon, Antonio: me gusto mucho Collins, ya hablaremos de él en proximos encuentros
ResponderEliminarY yo pensando a quién le había recomendado la lectura de Billy Collins, (esto de recomendar libros es cada vez más pelibroso). Dale que te pego a las neuronas, y como sucede siempre, una vez que tiro la toalla, me acuerdo. Me alegra verte por aquí. Espero que pronto también te vea por acá.
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