(La «canción de la pena sin fin» cuenta la trágica muerte de la bellísima Yang Kuei Fei, Anillo de jade, favorita del Emperador Hsuan Tsung de Tang.)
Durante el frescor de la primavera la dejaron bañarse en el estanque de las Flores Puras,
el agua suave de la fuente mojaba su piel lisa.
Auxiliada por sus doncellas, salió grácil y cansada.
Entonces recibió los favores imperiales.
Cabellera de nube, cutis de flor, alhajas de oro,
tras las cortinas color de hibisco conoció las noches primaverales,
noches muy breves, interrumpidas sólo por la salida del sol.
Fue entonces cuando el Soberano comenzó a abandonar las audiencias.
Acompañando al Emperador en los paseos y los festejos, nunca quieta,
sólo ellos compartían los paseos y las noches de primavera.
Tres mil bellezas habitaban el palacio, pero el amor sólo existía para ella.
Desde Yu Yuang los tambores de guerra estremecen la tierra
poniendo fin a
mil carros y diez mil jinetes corren hacia el sudoeste.
Llenas de miedo, las banderas imperiales avanzan
y a cien lis de las puertas de la capital se detienen.
El ejercito rehusa avanzar más, hay que retroceder.
Fue entonces cuando fue ejecutada la bella de cejas de mariposa ante los caballos.
Sus adornos floreados quedaron por el suelo, y nadie los tocó.
Nadie tocó el adorno de su pelo, el gorrión de oro cubierto de plumas de martín pescador, ni la horquilla de jade.
El soberano que no pudo salvarla ocultó su rostro,
la miró por ultima vez y lloró lágrimas de sangre.
Cielo y Tierra cambiaron. Regresó el carro del Dragón.
Allí se detuvo el Emperador a pesar suyo,
en el barro de Me Wei Po, donde el hermoso rostro ya nunca estará,
en el sitio sólo de su muerte.
Los nenúfares recuerdan su faz, los mimbres sus vibraciones.
Ante ellos, no pudo contener las lágrimas.
Las flores del durazno y del ciruelo se abren con el viento de la primavera,
las hojas de los plátanos caen bajo las lluvias del otoño,
las yerbas cubren el patio del Palacio de Occidente,
las hojas muertas, que nadie quita, enrojecen las escalinatas.
Los comediantes del jardín de los Perales tienen ya los cabellos blancos,
han envejecido los eunucos y las sirvientas del Palacio de los Pimenteros.
Por la noche, cuando revolotean las luciérnagas, el Emperador se aflige
y enciende la lámpara, solitario, sin encontrar reposo.
Campanas y tambores van desgranando lentamente la larga noche,
brilla
bajo las flores de rocío, las tejas entrelazadas están frías.
¿Quién querría compartir una habitación helada?
Ya un largo año separa al vivo de la muerta
y su espíritu no ha regresado a él ni en el sueño.
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¡Ay! El cielo y la tierra pasarán, pero su recuerdo será eterno
Bai Juyi
en Poetas chinos de la Dinastía Tang.
Traducción de C.G. Moral.
Visor.