Todos los trenes que parten de esta estación a cada hora y
que no llevan a ninguna parte,
la loca que vende flores y que mea detrás de los andenes
cuando cree que nadie la mira,
la gente que entra y sale a diario de esta ciudad, y que
entra y sale y no dejan nunca de entrar y de salir,
será por eso que la llaman la Ciudad Eterna.
Es inevitable sentirse vivo enfrentados a aquello a lo que
odiamos: los domingos por la tarde en las estaciones.
Pero estamos en Roma y nuestra admiración hacia esta ciudad
siempre sorprendente y caótica, ruidosa, atenúa el odio,
y estamos cansados también, es cierto, y el cansancio, hora
es de confesarlo, atenúa, qué duda cabe, la vida.
Mi amor recuesta su cabecita que es una guirnalda en mi
hombro mullida cesta, mi amor que se muestra esquiva
cuando pretendo darle un beso
y me dice: “Estoy cansada, muy cansada, quiero llegar a
Florencia, quiero llegar ya mismo a casa”.
Es extraño decir Florencia, nuestra casa, pero así será por
algún tiempo, Florencia, agua caliente para ducharnos
juntos, en silencio, y después una cena reparadora
antes de dormir, nuestro hogar, Florencia, extraño,
hermoso,
“Pronto estaremos en casa”, le digo, vuelvo a intentar un
beso que ella esquiva otra vez, y luego me abraza y
es ella quien me besa.
El tren arranca y parece que lleva al fin hacia alguna
parte, Roma quedará de repente atrás por mucho tiempo,
nos vamos a casa
tan cansados
como si todo este caos y todas estas ruinas hubieran tenido
que ver de veras con nosotros.
José Óscar López
en Nuevos dioses
Colección Los Cuadernos Portátiles.
¡Viva Tropovski!
ResponderEliminar¿Recuerdo mal y no es éste el único poema en donde presenciamos a una mujer meando?
¿Alguien más recuerda aquellos versos donde en una noche de juerga el poeta miraba, perplejo, curioso y enamorado, a su chica desaguando entre dos coches? Me cautivó, pero ya no recuerdo si eran suyos. Yo creo que sí.
Por cierto, Antonio, tienes que participar en mi concurso. Tengo tu antiguo mail y no he podido enviarte las bases aunque seguro que tú sabes cómo encontrarlas.
¡Viva Tropovski!
ResponderEliminarPor cierto, me detengo en el verso donde mea una abuela loca y me viene a la memoria un poema cuya autoría me provoca duda. ¿No fue también Jose quien describió una noche de juerga y cómo el poeta miraba, curioso, perplejo y enamorado, a su chica mientras desagua entre dos coches?
Por cierto, Antonio, tienes que participar en mi concurso.
Tengo tu antiguo mail y no he podido enviarte las bases, pero seguro que tú sabes, internauta sabio, encontrarlas.
Nos vemos con los ojos.
Yo creo que sí existe ese poema, tal vez en el libro Agujeros, publicado por la Editora Regional de Murcia. José Óscar debería sumarse a esta indagación y sacarnos de las dudas.
ResponderEliminarPor cierto, curioso concurso el de Marta y Ru.
Más curioso sería si tuviéramos una pequeña propuesta de tormentas...
ResponderEliminarEse poema es antiguo, leches, qué memoria tenéis. Lo he incluido en un flamante nuevo libro de poemas de algo así como cien páginas para el que no tengo editor ni creo que tenga en breve, :S, no por cochino sino porque es más raro que un perro verde, ;D
ResponderEliminar¡Ah! Y lo publiqué en El coloquio de los perros nº1.
Gracias por los vivas y la curiosidad: me casaría con vosotros sino lo estuvieseis ya, Marta en proceso: ¡Felicidades y un abrazo a Ru!