UN avión surca el cielo de la tarde.
Desde la tierra
apenas es un punto en la distancia,
un matiz pasajero cuyo efecto
son dos surcos abiertos entre nubes,
y poco más.
Es destino del Hombre
es una trayectoria indeclinable
por burlar, una y otra vez, los límites
de la naturaleza.
Cuánta hermosura existe en los detalles
que sean nuestros días, y qué pocos
somos los que apreciamos
ese pequeño gesto de la luz
en el abismo.
Ocurre en estos casos
un extraño fenómeno: el ritmo
del tiempo nos lo marca nuestro espíritu,
el cuerpo ya se encarga de otras cosas
-esto es algo distinto-,
no se trata de Física
sino más bien de Química,
de estar en armonía con el cosmos
y con nosotros mismos.
En fin, nada es igual ni se repite:
aquella luz que surca el vivo cielo
no será para siempre.
Rubén Martín
en El minuto interior.
Ediciones Rialp. Premio Adonáis 2009.
Hermoso poema, como siempre, todos los que nos "cuentas", un abrazo, primo
ResponderEliminarglup!
Hola, prima, dios mío, cuánto tiempo. Te mando un abrazo muy fuerte.
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