miércoles, 2 de mayo de 2012

De Todas las almas página 154 edición de bolsillo

Autorretrato con brazos alzados. Egon Schiele

Todo lo que nos sucede, todo lo que hablamos o nos es relatado, cuanto vemos con nuestros propios ojos o sale de nuestra lengua o entra por nuestros oídos, todo aquello a lo que asistimos (y de lo cual, por tanto, somos algo responsables), ha de tener un destinatario fuera de nosotros mismos y a ese destinatario lo vamos seleccionando en función de lo que acontece o nos dicen o bien decimos nosotros mismos. Cada cosa deberá contarse a alguien -no siempre el mismo, no necesariamente-, y cada cosa va poniéndose aparte, como quien ojea y aparta y va adjudicando futuros regalos una tarde de compras. Todo debe ser contado una vez al menos, aunque, como había dictaminado Rylands con su autoridad literaria, deba ser contado según los tiempos. O, lo que es lo mismo, en el momento justo y a veces nunca más si ese momento justo no se supo reconocer o se dejó pasar deliberadamente. Ese momento se presenta a veces (las más) de manera inmediata, inequívoca y apremiante, pero muchas otras veces se presenta sólo confusamente y al cabo de lustros o decenios, como sucede con los mayores secretos. Pero ningún secreto puede ni debe ser guardado siempre para todo el mundo, sino que está obligado a encontrar al menos un destinatario una vez en la vida, una vez en la vida de ese secreto. 
Por eso algunas personas reaparecen. 

Por eso nos condenamos siempre por lo que decimos. O por lo que nos dicen.

Javier Marías
en Todas las almas.
Debolsillo.

1 comentario:

  1. Me parece maravilloso este fragmento. Pero esta vez no me quiero resignar a guardar el secreto como me ha pasado en otras ocasiones en que he leído tu blog. Es el momento decirlo: Muchas gracias por hacer esta selección literaria y compartirla. BdB

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