Bien entrada la noche
de agosto y con calor aún, como llamado
por un presentimiento, alzo la vista
y ahí, donde han estado siempre,
palpitan las estrellas.
Me fijo en lo profundo, donde solo
nos cabe aventurar las matemáticas,
y dejo que me bañe entero el espectáculo:
desde el chisporroteo del bib bang
hasta esta hora secreta de un planeta
que gira ensimismado.
Me asombran esas ondas
que llegan hasta mí parpadeando
después de recorrer tanto silencio
y a tal velocidad
que no cabe pensar,
solo aceptarlas.
La rauda eternidad
se exhibe quieta
a este humilde mortal
que la contempla
sentado en una silla
de anea en la terraza.
Arturo Tendero
en El otro ser.
Siltolá poesía.
de agosto y con calor aún, como llamado
por un presentimiento, alzo la vista
y ahí, donde han estado siempre,
palpitan las estrellas.
Me fijo en lo profundo, donde solo
nos cabe aventurar las matemáticas,
y dejo que me bañe entero el espectáculo:
desde el chisporroteo del bib bang
hasta esta hora secreta de un planeta
que gira ensimismado.
Me asombran esas ondas
que llegan hasta mí parpadeando
después de recorrer tanto silencio
y a tal velocidad
que no cabe pensar,
solo aceptarlas.
La rauda eternidad
se exhibe quieta
a este humilde mortal
que la contempla
sentado en una silla
de anea en la terraza.
Arturo Tendero
en El otro ser.
Siltolá poesía.
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