Yo estuve con mi padre en Basilea.
Allí donde un filósofo
majara y vitalista
sembró la inquisición de su cordura,
sembró también mi padre
petunias y caléndulas.
Allí fundó las tierras de su tierra,
y en la distancia fue ganando el campo
que, ya de vuelta, aró en su día a día.
Han pasado los años
y entre la piedra gris de esa ciudad
ya no están ni las flores ni el filosofo.
Solo queda la azada de mi padre
hincándose en sus parques, en el barro
de la Europa Central más avanzada.
Haciendo con su gesto
un hueco en la memoria del exilio.
Porque el frío tiene genealogía
conozco su amenaza.
Porque la nieve existe
los rosales la vieron
caer junto a mi padre en Basilea.
Constantino Molina
en Cingla.
Visor.
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