miércoles, 28 de diciembre de 2016

Beatriz Miralles: Vacías de ti...

Vacías de ti
estas manos
balde seco.



Beatriz Miralles
en Oscura deja la piel su sombra.
Balduque

Elizabeth Bishop: El champú

Las sosegadas explosiones en las rocas,
los líquenes se multiplican
extendiéndose en grises conmociones concéntricas.
Han acordado
encontrarse con los anillos de la luna, a pesar
de que en nuestro recuerdo no han cambiado.

Y como los cielos nos vigilan
desde siempre,
tú has sido, querida amiga,
temeraria y pragmática;
y mira lo que ocurre. Pues el tiempo es
nada si no es indulgente.

Las estrellas fugaces en tu cabello negro
en luminosa formación
¿adónde se dirigen en bandada,
tan directas, tan temprano?
-Ven, déjame lavártelo en esta gran tinaja,
maltrecha y brillante como la luna.




Elizabeth Bishop
En Poesía.
Vaso Roto.
Traducción de Jeannette L. Clairond


miércoles, 30 de noviembre de 2016

Isla Correyero: Dos poemas de Hoz en la espalda

CANDIDÍSIMA ÁNIMA (Mujer 6)


Me asaltan los recuerdos de
cómo decidí que te iba amar por todo
Lo decidí al verte con la camisa blanca
de los hombres normales distinguidos
que filmara Buñuel
y en mi oscuro erotismo permanecen
Eras
me pareciste una infinita serie de cálculos
exactos trascendente en mi sistema afectivo
mental reproductivo
Así lo decidí allí
Recuerdas el Café?
Estaba absorta mirando los sobrios colores de tu vida
entonces hace casi treinta años decidí
que tú serías el Elegido de mi alma
mi gran amor me dije
a este lo voy a amar
a este que está ahí callado
temblando distraído
este que aún guarda ardiente el corazón
este clemente candidísimo hombre
que nada sabe de mí
ni yo de él
este al que aún le recorren sus ojos el candor
el cielo de la alegría la belleza
la magnitud de su amor será un delicado sentimiento
mezclado de deseo con amor

II

Eso me dije la primera vez
Y las demás veces me dije
este grabado en blanco tan serio
es para mí/Así/ directamente para mí
Luego pasaron los días las semanas
con sus siete uñas de tristeza
yo le iba viendo cada noche
como enfocado por el ojo blanco de su camisa
un ángel físico universitario
con estudios parciales en Derecho
el cráneo lleno de literatura/tierras
valles y nieves/ igual que su cabello
Eso me pareció las cuartas quintas veces
y todas las siguientes que ves a un amor
que no te tiene en cuenta.../él no miraba hacia mí
no me veía/ ni siquiera estimaba
mi obligación por ser lo más en todo
la obsesión por hacerme anoréxica bulímica
e incluso la autopunición que me exigí cercana a su supuesta
homosexualidad para atraerlo
Yo no sabía/ me habían explicado...
los maledicientes.../cosas turbias de sexualidad indefinida
Tuve que hacer cálculos reglas investigaciones
total que fuese lo que fuese
seguí amándolo con su camisa blanca
mi arquetípico símbolo
pues lo que amé de él/ la fe que puse
fue mi único cielo/ en esos tiempos
mi mundo en un soplo de 23
años con él.
El vapor perfumado de la vida. La grandeza.


COMPASIÓN (Mujer 4)


Sólo porque siento una infinita compasión por ti
contengo la palabra los actos más salvajes y

la tremenda ira por lo que nos hiciste

Sólo por la infinita piedad que en la felicidad
efímera has encontrado no voy a levantar la voz

ni la mirada rezaré por ti por si mi ciega oración
te pudiera salvar de mi memoria

Contengo la respiración cuento hasta mil
me ato las manos a la columna vertebral

que tengo escrita por los dedos de ti y tu
genética / la de mi amado hijo aún con la inocencia
y buena voluntad atado a ti

Sólo por la infinita compasión que te tengo
no espero ya más mal que el de la lejanía

la distancia que quede entre los que no esperan
ya nada de nadie

y nadie los espera.




Isla Correyero
en Hoz en la espalda.
Huerga&Fierro editores.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Rafael Espejo: Espejos enfrentados

Hace u tiempo
que quería escribirte de mi envés,
del mutismo que a veces,
del pasado de tristeza
que dejan dos idiomas enfrentados;
hace ya un tiempo, padre,
que quería decirte. Y ahora el sol
que declina
vaticinando noche
deja un nimbo de cielo inacabado,
súbito, suspendido...

No lo puedo aceptar
si así también nosotros.
No lo puedo aceptar
pero lo acepto,

¿pues qué merecimiento hemos tú y yo obtenido
para encontrarnos?
¿Qué viaje inconcebible
a través de las masas del tiempo
nos ha traído aquí,
frente a frente mirándonos,
restituyéndonos?
Cuando de esta velada de interior
ni una memoria quede
-ni un déjà vu genérico
                                   en los que vendrán-,
cuando se pierda al fin y para nunca
habernos celebrado,
¿con qué nombre llamar
a lo que ya no exista?
¿Qué va a significar esta pregunta?

Te irás, ya pronto
tu materia querrá cambiar de estado,
descansar de la tara de una vida.
Y me abrirás camino,

y al final del camino
no estarás,
como tampoco yo
podré ir a buscarte.

Nunca más estaremos como ahora,
nunca más.

Es cierto lo que quería decirte.
Perdona mis palabras
si te traen nubes sucias.

Quedémonos un poco todavía
aquí; aunque el sol se ha escondido
aún hay algo de luz
para que tiritemos
de puro fantasmales.

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Rafael Espejo
en Nos han dejado solos.
Editorial Pre-textos.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Ángeles Mora: Cracovia I

En verdad no es un mal truco
Perderse a una misma de vista.
Wislawa Szymborska

Entre dos sombras
Pasos acompasados:
Un rastro de caballos en la niebla
Como mi corazón brotando.

No tengo el escalofrío
Que recorre las venas
Si adivino tu aliento.
Todo es nuevo
En la ciudad soñada:
El aire que la envuelve,
Tu voz desconocida,
La mía, viajera
Y muda.

Sé que te encontraré
Al filo de la tarde:
Viene de atrás la cita,
Y la hora suena nueva.
Al buscarte
Te he perdido de vista.
Sólo sé que me llamas.

Las campanas al aire
Subrayan el camino
Donde viene escribiendo
La locura y la espera.
Ha pasado el tiempo y tú sigues ahí.
No sé por qué desde tan lejos
He llegado a tu puerta.
Es la hora y rompe el día.

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Ángeles Mora
En Ficciones para una autobiografía.
Bartleby Editores.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Gabriel Insausti: Iniciación

                                               Para Peter, in memoriam


"Debes mostrar las cosas, no explicarlas",
decía, tras la nube de un Ducados,
una tarde -noviembre, 88-
en el Iruña. "Fíjate en Dafoe,
cómo inaugura todo lo que nombra:
Vi por primera vez una tortuga..."
Sobre la mesa, unos papeles míos
salpicados del rojo de su lápiz,
como un rabioso Pollock que escrutaba
su mirada esmeralda. Y, tras un sorbo:
"Evita lo trivial del reportaje,
un poema ha de ser para el idioma
lo que el cristal para la arena". Afuera
la lluvia había hecho su trabajo
en los cloisons que perfilaban, mudos,
los charcos de la Plaza del Castillo
y al decirnos adiós sentí en su mano
fervor y fuerza. Acaso sin saberlo,
me dio a entender lo mismo que esa lluvia:
que un verso de por sí no cambia el mundo
sino que es un mundo, una conjura
susurrada al oído de un extraño,
un modo de esperar, un santo y seña.


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Gabriel Insausti
en Línea de nieve.
Pre-textos.

jueves, 14 de julio de 2016

John Burnside: De Corporis resurrectione (I)

                                                            A George Soule

Vuelve la nieve;

y a veces los muertos que hemos lavado
y enterrado:

las madres amorosas y artríticas que apenas notábamos
cuando pulían cucharas de madrugada, cuando
                                                                         pulían espejos;
los que se evaporaron de silicosis en la cocina;
                                                                         los muertos graduales
pasan entre los árboles, sin rumbo, como rachas de viento

y toman forma visible
                                    color aproximado:
acónito, verde agua, vermellón, azul de Prusia;

los muertos que en su día nombramos y enterramos rompen
                                                                                          como olas
sobre hojas y arena,
                                  sobre troncos y hierros oxidados.

Los copos de nieve son bocetos en blanco, flores no muy
convincentes
                   que serían verdes
en un mundo sin sombras,
pero solo los muertos son verdes
en los últimos días del invierno;

solo los muertos, que en su momento numeramos y apartamos,
florecerán de nuevo en el musgo de las cunetas y en las columnas de hiedra,

reemplazándose a sí mismos, en la calma del mundo visible,
con huellas, voces, ampollas, tatuajes en forma de rosa.



John Burnside
en Dones.
Traducción de Juan Antonio Montiel.
Lumen.

martes, 5 de julio de 2016

Enric González: Historias de Nueva York

La gracia de Yogi, que más tarde entrenó a los Yamkees y a los Mets, iba más allá de su talento como jugador y de su profundo conocimiento del béisbol. Su gracia estaba en las palabras. Quizá sólo Groucho Marx podía superarlo en la construcción de ingenios verbales, que le brotaban (y le brotan: cuando se escribe esto, sigue vivo) inconscientemente, sin buscarlos. Uno para empezar. Ya retirado, Carmen, su mujer de toda la vida, le hizo una pregunta delicada: "Naciste en Missouri, te criaste y jugaste en Nueva York, vivimos en Nueva Jersey. Si murieras antes que yo, ¿dónde te gustaría que te enterrara?". La respuesta: "No sé, sorpréndeme cuando llegue el momento".

Sigue una selección de frases. Algunas son muy populares. La mayoría fueron pronunciadas como declaraciones improvisadas para la prensa.

-Hay que ir con mucho cuidado si uno no sabe dónde va, porque podría no llegar.
-Si no puedes imitarle, no le copies.
-Corta la pizza en cuatro pedazos, no tengo tanta hambre como para comerme seis.
-El béisbol es cuestión de cerebro en un 90 por ciento, la otra mitad es esfuerzo físico.
-Ya nadie va a ese sitio, hay demasiada gente.
-Se hace tarde muy temprano.
-¿Para qué comprar buenas maletas? Sólo se utilizan en los viajes.
-Es un gran hotel. Las toallas son tan gruesas que casi no puedo cerrar la maleta.
-Hay que ir a los funerales de los demás; si no, no vendrán al tuyo.
-El futuro no es lo que era.
-Nunca hay que responder una carta anónima.
-Cuando uno llega a una encrucijada debe seguir adelante.
-Suelo hacer un par de horas la siesta, desde la 1 hasta las 4.
-¿Qué haría si encontrara un millón de dólares? Localizaría a quien los hubiera perdido, y, si fuera pobre, se los devolvería.
-Yo no he dicho todo lo que he dicho.

Grande, ¿no?

______________________

Nueva York sigue siendo una tormenta de almas, un caudaloso río humano. Para entender ciertas cosas no hacen falta idiomas, ni experiencia, ni memoria. Basta con abrir la ventana y escuchar el rugido de la bestia.

Enric González
en Historias de Nueva York.
Rba libros.

Antonio Praena: América y Prólogo (Casto Guerrero)

AMÉRICA

Es algo realmente curioso que entre todas
las formas de decir amor en el romano
nada más que dos verbos entrarán en la historia
sel modo en que se quiere en este idioma nuestro:
Quaero, que no es querer sino buscar,
Y amo, que no es amar sino esperar.
La búsqueda y la espera. Echo de menos
un verbo más pasivo, pero entiendo
que busca y esperanza son bastante
para cruzar el mar, creer que se ha llegado
al mundo pretendido y amar en una tierra
completamente virgen, distinta a la buscada;
ponerle al nuevo mundo un nombre que no es suyo
ni nunca podrá serlo. Y no saber volver.
Y acaso si se vuelve, jamás ya ser el mismo.

Antonio Praena en
Actos de amor.
Raspabook.


PRÓLOGO (CASTO GUERRERO)

Que mi sangre se ha cortado ya
lo sabe bien esta guerra que rezo.

Que no vendrán los hijos
es pan que me pronuncia
como a quien se alimenta de Otra cosa.

Y a veces Otra cosa
recorre mi camisa en su figura
y no hay carne, ni rosas,
       ni vienen a hacer falta.


Antonio Praena en
Humo verde.
Poesía Mar Adentro.

viernes, 1 de julio de 2016

Alfred Corn: Eclipse en la habitación de un hotel II.

Algo entre el sueño y el no sueño que retrocede
treinta años y mil millas de distancia:
casi la veo a ella, de pie,
en el fregadero, lleva puesta... una blusa de algodón,
pantalones; está un poco delgada por el racionamiento,
tiene un marido en el Pacífico, tres hijos.
Echa un vistazo a los lirios turcos y a la lantana de afuera.
-No, eso fue en una casa posterior.

La luz vespertina modela su rostro
con fatiga, con bondad, una arruga de preocupación
entre las oscuras cejas. El cabello rizado,
corto y no muy arreglado. En otra habitación
alguien erra en una nota de la escala;
y ella se inclina hacia mí, un túmulo
ni más ni menos que del ser. Sonríe,
mueve la cabeza hacia uno y otro lado...

Claro que esto es posible, aunque no es real,
a menos que cada imagen que en silencio
retiene el pensamiento lo sea.
Un raro esplendor, como el de una vea,
se acopla a la tensión y al parpadeo de la memoria,
pequeña incandescencia, halo nocturno.
Surge como un regalo, un don de clarividencia
con el poder de trasladarnos, protegidos,
a casas perdidas, cuartos prohibidos,
en donde está ella, inmóvil. Pero no puede ser
la memoria. Nada recuerdo. Ausencia.

Qué llegó grotescamente, con juguetes
y pastel de cumpleaños, después me dijeron.
Al acercarse confiada la mano,
hacia los huesudos y hábiles brazos, sólo ausencia
encontró. Y la sigue habiendo
como un duelo, prosigue de modo ficticio.
El ascetismo de toda una vida.
Como si se pudiera elegir previsión
y cautela, a fin de sobrevivir.
¡Sobrevivir! El burdo deseo de durar,
imaginando lo que pudiese ser restaurado.
No me acuerdo, no obstante ver
la luz, el atardecer, cómo ella se inclina
y su silueta se ensancha, cual nube que se acerca.



Alfred Corn
en Rocinante.
Chamán ediciones.
Traducción de Guillermo Arreola.

jueves, 30 de junio de 2016

Mark Strand: Luminismo.

Aunque fue algo breve y leve y nada
A lo que haberse aferrado durante tanto tiempo, lo recuerdo,
Como si procediera del interior, una de esas escenas
Que la mente se propone a sí misma, noche tras noche, solo
Para despedirla, con rapidez y sin avisar. La luz del sol
Inundaba el suelo del valle y ardÍa en las ventanas de poniente
De la ciudad. Las calles brillaban como Ríos
Y el diluvio de luz había atrapado árboles, arbustos y nubes,
Nada se libraba de ello ni siquiera el sofá en el que nos sentábamos
Ni las alfombras ni nuestros amigos, con la mirada perdida en el espacio.
Todo lo cubría el Dorado fuego. Entonces Philip
Posó el vaso y dijo: "Esta mano pertenece
A una serie infinita de manos. Imaginaos".
Eso fue todo. La tarde se ensombreció y oscureció
Hasta que el cielo hacia el occidente adquirió
Aspecto de hematoma, y todo el mundo se puso en pie,
Y dieron que el crepúsculo había sido maravilloso. Fue hace tiempo
Y fue notable, pero algo más ocurrió entonces:
Un grito, casi más allá de nuestro umbral de audición, cada vez más alto,
Como si cruzará el tiempo, para tocarnos como ninguna otra cosa lo haría,
Y ya levemente que podríamos vivir nuestras vidas sin haberlo advertido.
Hasta ahora no he sabido lo que había querido decir.




Mark Strand en
La vida continua.
Visor.

martes, 21 de junio de 2016

Michel Houellebecq: Cara B

Y entonces de repente todo pierde su atractivo
El mundo sigue ahí, repleto de objetos variables
De discreto interés, fugitivos e inestables,
Una luz mortecina baja del cielo abstraído.

Es la cara B de la existencia
Sin placer ni verdadero sufrimiento
Salvo aquellos que derivan de la usura,
Cualquier vida es una sepultura

Cualquier futuro es necrológico
Ya sólo nos hiere el pasado,
El tiempo de la ebriedad y el sueño,
La vida no tiene nada de enigmático.



Michel Houellebecq
En Configuración de la noche.
Anagrama.

miércoles, 8 de junio de 2016

Pere Gimferrer: Elegía

ACUDE al hotel Welcome la luz quemada,
baile de calaveras de la luz:
a los porches de cárdenas arcadas
llegan las agonías de la noche.
El cielo que al cerrarse era amarillo de angustia
tiene la transparencia de un clarín:
la luna es sagrada y profana,
el milagro del día en su desmayo.
La última mirada de Errol Flynn,
en un quiebro de llama desgarradas,
ve las gafas oscuras de la muerte:
son  de cristal ahumado los papeles.
En una contradanza de gavotas,
somos formas del bosque de la noche:
Pelléas y Mélisande, Nora y Robin,
el carnaval de los cuerpos agitados por la penumbra,
tan picoteados como los dedades
de aquel poema de Francois Villon.

No nos han colgado verdugos ni victimarios:
somos la prenda ardiente del deseo.
Tantas cosas escritas, tantos grafitos,
tanto vidrio esgrafiado en el otoño,
tanto cascajo de la claridad,
astillada en el taller del estío.
La muerte de andar por casa clava agujas
en los hombros del hotel Welcome:
los ascensores de bolsas de la niebla
suben y bajan llenos de dioses antiguos.
Al hotel welcome llega la siesta
de las anomalías del deseo,
cuando la oscuridad de punzones de hierro
pone al rojo los aires de la muerte.


Pere Gimferrer
en El castillo de la pureza.
Tusquets editores

lunes, 6 de junio de 2016

Katy Parra: Blues

BLUES


Hay un lento temblor que no concluye,
un blues con voz de nadie
destrozando a pedradas las metáforas,
un gusano dictando atardeceres,
un pedazo de pan
que busca en la basura su almacén de pecados
su copa malherida,
su trozo de mantel.

Hay razones de sobra
para invertir el ritmo de este allegro,
para pensar en ti de otra manera.



(La poeta flanqueada por mis amigos Antonio Praena y Juan Ramón Barat)

Katy Parra
en Licencia para bailar.
Valparaíso ediciones.

domingo, 5 de junio de 2016

Rubén Martín Díaz: Dos poemas de Arquitectura o sueño

En el jardín

Light breaks where no sun shines.
Dylan Thomas

Leo a Dylan Thomas bajo el estanque sideral. Una luz redonda, aquilatada, vierte el sonido de un oboe nocturno engalanado de grillos. Huele a tierra horneada. La ciudad, al fondo, espejea como brasas de un fuego contenido, aún sin apagar. Todo está en brazos de un orden perfecto. La vida me es propicia y me concede el placer de disfrutar de la lectura sin que nada lo enturbie. Aprendo, pues, a valorar su efímera benevolencia. No exijo, acepto, cumplo, doy las gracias: es todo cuanto sé hacer. A través de esta dicha, la intuición de una luz desmadejada prende al aire sin sol. El día es un proyecto con visos de futuro. La noche, sin embargo, la ebriedad presente con que fluyen los versos del poeta galés bajo mis venas.


El mirlo blanco

La lluvia deshace acuarelas sobre las alas del mirlo; sencillez y belleza en la arquitectura de lo natural. ¿Arquitectura o sueño? De igual forma, retoño de un milagro que pinta acrobacias de pátinas nunca antes contempladas: remolinos de incienso respirados por mis ojos, aroma visto que entibia mi alma y la abreva con cal latiente. En la plata líquida del día, vertida desde una terma celestial, el mirlo se enjuaga su plumaje entallado y renace blanco de tan puro, trasparencia apenas bajo el vértice primero que la luz convoca. Cuerpo vivo en apariencia de nieve -arquitectura o sueño, es indistinto-, su sola imagen me confirma.


Rubén Martín Díaz
en Arquitectura o sueño
Editorial La isla de Siltolá.

viernes, 3 de junio de 2016

Yannis Ritsos: La Señora de las Viñas, Canto I

SEÑORA de las Viñas, te vimos tras la red de los pinares
arreglando al alba las casas de las águilas y de los pastores,
sobre tu falda el lucero mecía las amplias sombras de las horas de parra,
dos abejas madrugadoras colgaban de tus orejas como si fueran pendientes
y las flores de azahar te iluminaban el negro camino calcinado.

Señora morena a quien la luz doró las manos como el icono de la Virgen,
en el vello rizado de tu nuca centelleaba el rocío de la noche,
como si se arrepintiera poco antes de apagarse la galaxia
y se atara a tu cuello como un collar de monedas para derretirse al calor de tu pecho.

Y era el silencio denso como la leche en tonel de abeto,
y la tierra labrada olía como la iglesia el Domingo de Ramos,
salía el pastor de su sueño igual que el cangrejo sale del agua hasta la orilla
y brillaba la mañana en su tierno caparazón azul con dos briznas de estrellas.

Grandísima Señora, qué dulce el primer "buenos días" del naranjo silvestre,
qué dulce paso el tuyo y el aliento del pez junto a la luna,
qué dulce charla de la hormiga ante la capilla de la margarita.
Ah, cuánto oto deja el rayo de sol en la gota de rocío
cuando las pléyades cuelgan de tu frente los siete brotes de acacia,
ah, cuánto polen se acumula en la boca de la abeja para la miel,
cuánto silencio en tu corazón para el canto.

Aquí mismo se juntan la noche y el alba en un escalofrío sin estremezo
y a ti, tus dos manos entrelazadas a las rodillas de la serenidad te iluminan
como dos palomas de luz inmóvil sobre el bosque.


Yannis Ritsos
en Romiosyne seguido de La Señora de las Viñas.
Traducción de Juan José Tejero
Editorial Pre-textos

domingo, 29 de mayo de 2016

Basilio Pujante: Verano del 99

En el verano de 1999 no perdí la virginidad. Aquel verano no viví noches inolvidables que acababan con un baño al amanecer en una playa desierta. No recorrí Europa con una mochila y cuatro duros en el bolsillo, ni viajé a Dublín para aprender inglés durante el mes de julio. Fue un verano sin un amor juvenil de besos en los atardeceres y helados compartidos con la inocencia del que no conoce la palabra septiembre. Tampoco me embarqué en un catamarán que recorrió las Baleares vestido de blanco. En el verano de 1999 no leí La montaña mágica, ni Siddharta, ni siquiera 2666. No hubo durante aquellos días una canción que hoy me traiga recuerdos de porros compartidos la la orilla del mar, ni conciertos memorables con las camisetas regadas de sudor. Fue un estío sin éxitos deportivos nacionales, sin catástrofes mundiales ni muertes en la familia. No hubo durante aquellos dos meses hechos que forjarán una amistad inquebrantable que habría  de trascender el paso del tiempo y la dilatación de la distancia.
Verano tranquilo. 1999. Penúltimo (o quizás el último) verano del siglo. Sin eclipses, ni lluvias torrenciales. El mejor verano de mi vida.



Basilio Pujante
en Recetas para astronautas.
Editorial Balduque.

martes, 24 de mayo de 2016

Antonio Cabrera: Instante del canto rodado (Alto Tajo)

DESTACABA entre muchos. Me acerqué.
Un guijarro cilíndrico y ferruginoso.
Pensé en las consabidas coincidencias,
en los años, los siglos, los milenios
que se necesitaron para darle
la cualidad aquella, la pátina oxidada
que me hizo descubrirlo.
Y pensé en la madeja
que habría estado devanando yo:
qué senda en garabato,
qué inconscientes distancias
se habrían ido tejiendo
hasta ponerme en su proximidad.
Sobre mi mano, solo, recibía
toda la luz de la mañana hincada
en la orilla del río.
De sus imperfecciones derivé
cristales inconclusos. De sus grietas,
excusas geológicas. Era una esquirla más
del Todo, pero daba a esa totalidad
un papel secundario.
                                   Se exhibió tan concreto
que me obligó a eludir cualquier insinuación
de existencia sumada.
Se reunía en sí sobre mi palma,
en pedestal, severo. Su color
-una herrumbre muy bella, ya inmutable-
lo mantuvo cerrado a la tensión
del agua fragorosa y de los farallones,
como si no constasen.
El rumor de los pinos se desleía en torno.
Mi mano no era nada. Yo fui nadie.




Antonio Cabrera
en Corteza de abedul.
Tusquets. Nuevos textos sagrados.

martes, 10 de mayo de 2016

Vicente Gallego: Canto XXVII

Ha llegado el invierno
a la casa del monte, y ha venido
apretado en la piña
de mi última niñez, la gratitud.

Me miraba en el fuego, vi pagadas
mis deudas, no encontré
tampoco a mis deudores, cuando allí,
junto a la chimenea, entre una sombra
y una lengua de llama,
se me dio todo junto a manos llenas.

Aquello -yo no sé
llamarlo sino aquello solamente-
estaba tan ardiendo con el fuego,
tan abrazado al fin
de todos los finales, que empezó
a no tener principio ya la noche.

¿Quién miraba a los ojos
a quién en ese pozo de ser uno
mi corazón, la vida?

Y no quise saber, pero era cierto:
entró la casa en luna, algo temblaba.



Vicente Gallego
en Ser el canto.
Colección Visor de Poesía.

domingo, 8 de mayo de 2016

Antonio Rodríguez Jiménez: Dos poemas

AVES MIGRATORIAS

Ya regresan las aves migratorias.
Vuelven de los helados humedales del norte,
de las estepas rusas.
Pero ellas poco saben
de la estela irisada de los barcos
que blanden la amenaza.
No encontraron inhóspitas las tierras
cercadas por la muerte.
Llegan a esta península intermedia
entre África y Europa
y no verán tampoco las señales
de la degradación. Tan solo siguen
las líneas de la costa,
la masa informe de las cordilleras.
Ellas son libertad y cuando ceden
al fin ante el cansancio
nada se altera; no es de nada símbolo
su cuerpo en la caída
hacia lo mineral, con la pureza
de toda finitud.


El NADADOR

Soy como el nadador que empieza a hundirse
y aún puede ver la luz, la luz en torno
penetrando las aguas que se cierran.
¿Y para qué este aire?
¿Para un último grito imposible?
Inalcanzable luz, palabra muda,
palabra ahogada, muerta en el silencio.

La gravedad lo arrastra lentamente
hacia el fondo vacío, hasta la página
en blanco; y se sumerge
para siempre vencido, para siempre
incompleto, despacio, muy despacio,
como si no estuviera tan lejos de alcanzarla:
la claridad al fin, la transparencia.



Antonio Rodríguez Jiménez
en Los signos del derrumbe.
Poesía Hiperión.

miércoles, 27 de abril de 2016

Rafael Espejo: Cuatro poemas

DÍA

He sacado una silla al balcón
y me he sentado a vivir.

Crece hierba de infancia en los tejados,
donde siempre es domingo.

Y eso me reconcilia
también con el futuro.

¿O soy yo, que sonrío?

Definitivamente
no tiene vértigo la mala hierba:

sube su verde claro,
que su vida es subir.

Incluso las ya secas,
de cálido amarillo,

se mantienen en pie,
pincelando el paisaje.

Hoy va a ser un buen día
de sol y nubes blancas,

respirará su luz
favorita la hierba.

Sentado en una silla con balcón
siempre es domingo.




NATURALEZA VIVA

UNA fuente de frutas
con zumo de naranja, miel y ron

después de aparearnos variamente
en el sofá y la cama
una mañana fresca de domingo.

Y como un ocio de la primavera
por la ventana
ha entrado una calandria en nuestro cuarto.




DEL BUEN APETITO

MIENTRAS troceo los calabacines
en dados imperfectos

tú cantas lo que canta
una italiana desde el transistor.

En la sartén
el aceite festeja la cebolla
con burbujas, la doran en seguida:
dramática belleza.

Tú sigues deambulando por las habitaciones,
de rama en rama como una calandria
absorta en su piar.

El tomate hace aguas,
los ajos machacados beben agua
de tomate.

Pasas por la cocina
silbando un estribillo.
Me abrazas por detrás:
¿estás pensando en mí?

En la sartén el huevo
envuelve de placenta las verduras.

Revuelto con espárragos, te digo.

Me besas: Yo también.




PRIMER ADIÓS A UNO DE LOS MÍOS

SOBRE mi cama
qué postizo
                  y qué afín
tu cadáver. Virginia.

No era carne en alerta
ni espíritu en reposo.

No lo toqué, o quise.
¿Qué podía decirle
a un no-tú tan absurdo?

Pero sí, lo comprendo,
ya es difícil morir
como para ocuparse
de que el cadáver signifique algo.

Nada.

Quizá por eso
me hechizaba tu muerte, me aturdía
su perfección,
su antimilagro puro.




Rafael espejo
en Hierba en los tejados.
Pre-textos.

jueves, 7 de abril de 2016

Javier Temprado Blanquer: I



Abres la puerta. Lees los nombres
en el buzón. No los conoces.
No intuyes su rostro bajo el metal.

Y te sientes extranjero.
Piensas
en cuánto tiempo hace
que no te llaman por tu nombre.

Y encajas tu ruptura.

Te desligas del pasado.



Javier Temprado Blanquer
en Los vértices del tiempo.
La isla de Siltolá

David Sarrión: La luz



Hoy regresa a casa ocupando un océano
que ha sido atravesado por la luz.
RUBÉN MARTÍN DÍAZ


El mundo dejó de oler un día de resaca.
al despertar me cegó el reflejo del atardecer incrustado en una ventana que poesía una cantidad incontable de horas de flaqueza.
El transcurso de la tarde estuvo bañado en caricias. Cumpliendo cuentas pendientes con mi rostro cotidiano. Materializaba alguna sonrisa indisciplinada, tímida y hueca, discutiendo en voz alta por los pasillo del supermercado sobre el menú que iba a degustar cuando llamara a mi puerta la fuerza del hambre.

Mientras que eso ocurría analicé mi vida, recaí en la ingestión de algún producto químico sin importancia y hablé contigo, aunque ya no eras la misma.
(Llegué a notar la sensación de alivio cuando colgué).

Mis manos lejos del deseo, gritaba yo, cuando la fuerza del hambre surcó mi cerco, con cierto aire reposado, confirmando que ningunos ojos son los mismos después del cuarto (o quinto) parpadeo.
Me di un festín con los recuerdos más dulces de nuestro paso por la vida. Traté de no excederme con la sal al reducir una salsa transgénica de lágrimas. Descongelé los miedos y mezclé los platos rotos para elaborar un postre con verdades. Después guardé la siesta en un cajón seis horas. Y ahora cuando ya no huele mal el mundo soy capaz hasta del hablar cuando hay alguien ami lado.

David Sarrión Galdón
en Breve teoría del desastre.
Huerga & Fierro editores.

sábado, 26 de marzo de 2016

Nuno Judice: Guía de cuentas


Deshilvano un rosario de conjunciones
en los dedos de la memoria. Pero
se rompe el hilo y las cuentas deslizan
por el pavimento de la página. Las viejas
de los rostros deshechos por el ocaso corren
tras ellas y las recogen,
sin saber para qué sirven. Espero
a que se duerman para robárselas, oyendo
de sus labios susurros de palabras
dispersas de la frase del sueño. En el patio,
entre tablas amontonadas pura
arder dentro del horno del pan, un reflejo
templado de la luna atraviesa los muros de piedra,
atrayendo hacia fuera de sus huevos de musgo las lagartijas.
Y no veo el camino hacia donde el destino
me lleva; pero voy dejando tras de mí
las cuentas que señalan el tiempo de mis pasos.
Si me pierdo, guiarán mi regreso-
como si el viento y los animales nocturnos
no las fuesen a dispersar muy lejos de mi vista,
y yo no me alejase cada mañana, más y más del patio
de mi infancia.



Nuno Judice
en El fruto de la gramática.
Valparaíso ediciones.

domingo, 13 de marzo de 2016

Lucía Plaza: No life vest un der your seat




(27º 06´N/ 13º 25´W/ LAAYOUNE)

Señores pasajeros
-o más bien sombras-
Recuerden deslizarse en silencio bajo noches sin luna
Recuerden ocupar el mínimo espacio respirar lo justo
No preferir ningún sonido
Aún siendo de dolor miedo o amenaza

Recuerden también pagar con su vida
Este billete sin retorno hacia una herida abierta
Viajando a una velocidad
                                             De unos pocos nudos
A merced de los vientos y corrientes submarinas

Sin salidas de emergencia
                                             Sin ventanillas
Burlando todo tipo de normas internacionales

Señores pasajeros
                               No olviden
Que viajan con sus sueños como único equipaje
No haciéndose responsable la sociedad ni la empresa

Si éstos aparecen rotos o mojados
Flotando en alta mar
Bajo el amanecer violeta


Lucía Plaza Díaz
En Lonely planet. Planeta solitario.
Fractal poesía,

lunes, 29 de febrero de 2016

Andrés García Cerdán: Si tienes miedo


ACUÉRDATE del sur y de los años
felices cuando tengas miedo. Acuérdate
de las cosas hermosas que has vivido,
de la clara paciencia de los árboles,
de la fiebre que ardió en tus ojos porque
tenías sus abrazos puros, todo
el calor sin fisuras de su boca.
Si  tienes miedo, piensa en la mañana
que te vio volar por Carnaby Street
exultante y transida de placer,
loca de amor. Los días te lo dieron
todo y ahora esperan más de ti,
más aún: la codicia, la fragancia,
la alegría y las fuerzas, el valor,
el libre movimiento de tu pelo
que hará desvanecerse la ruindad
de la historia en sus brillos. Si te sientes,
alguna vez, triste, recuerda el cielo
de Marsella o sal a las calles blancas
con los ojos abiertos, dispuesta para todo.
Haz tuyo para siempre el día
en que todo vibraba a tu lado
o abre, con todo tu encanto, un libro
y en voz alta lee, para tus adentros,
el poema que canta los deleites,
los frutos y las rosas del jardín de Epicuro.

Andrés García Cerdán
En Barbarie.
Ediciones Rialp.

lunes, 8 de febrero de 2016

José María Álvarez: XIX

¿Qué puede uno decir?... Es LA GRAN CIUDAD que ya cantó el Romance de Alfonso V. Como escribe con Platen: REMDLING; KOM IN DAS GROBE NEAPEL.

VENÍAMOS de Caserta.
En Posillipo empezó el viento.
Pronto rugía entre los árboles,
erizaba la mar, su verdor se hizo negro.
Alguien dijo: Vamos a la Certosa,
con este temporal será glorioso, imaginaos
Castellamare desvaneciéndose en la lluvia.
Aún siento aquel bramar
del viento, los árboles como vivos,
el olor que subía de las aguas.
Masticabas el mar.
El roce de mis manos, protegiéndome
en el tronco de un fresno,
ese árbol consagrado a Poseidón.
La tarde fue cerrándose
en una obscuridad
embalsamada, gélida.
Los cielos de Giorgone rajados por relámpagos
de fuego frío.
De pronto, todo se detuvo.
Cesó el mar.
Misteriosamente, la bahía
parecía esmerilada.
Y Nápoles brillaba,
su resplandor de puta
fastuoso, sucio, y más allá
el Vesubio, siimpre ahí con la Muerte.
Nos estaba diciendo:
Puedo echaros a los perros cuando quiera.
¿Qué sois, sombras?
¿Habéis olvidado el sabor del miedo?
Y en ese instante, como saliendo
de pedazos de las entrañas
del mar,
entonces ascendió la Luna.
Una Luna inmensa.
Estuve mirándola mucho tiempo,
fundiéndome con ella.
Era más que la Muerte.
Como una perla brillando
en el fondo de una llaga.




José María Álvarez
en Seek to know no more.
Renacimiento.

viernes, 5 de febrero de 2016

Eloy Sánchez Rosillo: Un vaso de agua




















Cuadro de Ramón Gaya


Qué suceso increíble:
llené un vaso de agua y lo alcé hasta mi boca.
Era ya media tarde. Me había detenido
cerca de una ventana, aquí, en mi casa,
en este día tan claro de febrero.
Llegó el vaso a mis labios
y en ese mismo instante lo atravesó de pronto
un haz muy apretado y muy intenso
de luz del sol poniente.
Cuántos asombros. Todo rompió a arder
con lumbre limpia y mágica:
el agua y el cristal, el cuarto entero,
mis ojos y mis manos y mi vida.
Sin dar ni un solo paso estuve en todas partes.
No sé cómo decir lo que ocurrió,
cómo expresar que sucedieron siglos
de redención y bienaventuranza.
Oro licuado y tembloroso el mundo,
astilla viva yo de un súbito diamante.



Eloy Sánchez Rosillo
en Quién lo diría.
Tusquets.

domingo, 31 de enero de 2016

Diego Doncel: La primavera en algunas escenas de video


Alex Kratz

Mira las escenas grabadas en esta tarde de tormenta.

Las terrazas de los bares bajo la lluvia. El pelo húmedo de una chica que ríe antes de bajar por la boca del metro.

El leve color de los paraguas. Las aceras que brillan como el charol.

La primavera viene por el este como un canal recién sintonizado.

En la superficie de las antenas se reflejan las sombras de los vencejos que aún están por llegar.

Las primeras Flores se abren en los vestidos de moda femenina.

En lo que ves ya nada se mantiene inmóvil. Tiene el color de un refresco con Sabor a naranja.

Las nubes desaparecen porque se han ido a hacer cola a las taquillas de los teatros.

Fíjate cómo actúan los equipos de limpieza con los restos últimos del invierno.

Como la belleza es una gama de cosméticos en promoción.

Los peatones cruzan los pasos de cebra cada noche porque la vida canta en los micrófonos de las salas de fiesta.

Igual que entonces, sí, igual que entonces, la realidad se acerca a la barra y empieza dulcemente a beber.

También ahora las bailarinas de los musicales están fumando en las escaleras de servicio con sus labios de color del gin tónic.

Hay risas recorriendo las calles y conversaciones casi clandestinas.

Hay labios rojos como aquel cuadro pop de Alex Kratz.

Como la estela de un ascensor de cristal por la fachada de un edificio, la laca de tus uñas va dejando pequeñas señales luminosas en las sábanas de este hotel.

Ya no es tiempo de pensar, sino de ver de forma distinta.

Ya es tiempo de amar lo nuevo como se ama el futuro.

Ponemos la mirada en los confines como una manera de extender la vida.

La utopía viene.

Pero la utopía es tan frágil como la felicidad, tan frágil como esta primavera.

Recuerda que vivimos en territorios bajo vigilancia.



Diego Doncel
En El fin del mundo en las televisiones.
Visor Poesía.

lunes, 25 de enero de 2016

Benjamín Prado: Roto


Solo, en medio de todo;
estar tan solo
como es posible,
mientras ellos vienen
muy despacio,
se agrupan,
ponen su campamento,
invaden,
talan,
hunden,
derriban las palabras
una a una,
se reparten mi vida,
poco a poco,
levantan su pared
golpe a golpe.

 Después se van;
se marchan
lentamente,
pensando:
-Nunca podrás huir de todo lo que has perdido.

 Tal vez tengan razón.
Tal vez es cierto.

 Pero llega otro día,
el cielo quema
su cera azul encima de las casas;
yo regreso de todo lo que han roto,
busco entre lo que tiene
su propia luz,
encuentro
la mirada del hombre que ha soplado unas velas,
el limón que jamás es parte de la noche;
ato,
pongo de pie,
reúno los fragmentos,
me convierto en su suma.

 Y todo vuelve
otra vez;
las palabras
 llegan donde yo estoy;
son las palabras
perfectas,
las que tienen
mi propia forma,
ocupan cada hueco
y cierran cada herida.
Las palabras que valen para hacer estos versos
y sentarse a esperar que regresen los bárbaros.


Benjamín Prado
en Ecuador.
Poesía Hiperión.

domingo, 24 de enero de 2016

Lorenzo Oliván: Preguntas




Cada vez que alguien hace una pregunta
el mundo se abre un poco,
vuelve la flecha al arco, que se tensa
con la energía de la expectación.

Me hago preguntas por crear espacio
traspasado de flechas,

que no ansían la diana que limita,
sino el vértigo vivo

de buscar.


Lorenzo Oliván
en Nocturno casi.
Tusquets