¿Te acuerdas que decías la vida es una fila?
Eras pequeña y el cabello más claro,
pero iguales los ojos. En la metáfora dada
por la infancia, preguntabas del espanto
de la muerte y del nacer, y a quién se seguía,
y por qué se seguía, o de la total ausencia
de razón en esa cadena en sueño de ovillo.
¿Te acuerdas cuando decías que la vida era una fila?
Eras pequeña y el cabello más claro,
pero los ojos iguales. En la metáfora que da
la infancia, preguntabas dele espanto
de la muerte y del nacer, y a quién se seguía
y por qué se seguía, y de la total ausencia
de razón en esa cadena en sueño de ovillo.
Hoy, en esta noche tan caliente brotando
en junio, tu cabello claro más oscuro,
quería contarte que la vida es también eso:
una fila en el espacio, una fila en el tiempo,
y que tu tiempo seguirá al mío.
En un estilo del que gustaba, el de un hombre
que un día recordó a Goya en una carta a sus
hijos, quería decirte que la vida es también
eso: un esxopwta a veces cargada
(como decía una mujer sola, pero
grande como un jardín). Enseñarte natillas,
dejarte
testamentos, hablarte de tazones – es siempre
mirarte amor-. Pero es también amotinarte
ante la vida, atrincherarte, y a mí, en fila
discontinua
de mentiras, en cariño de verso.
Y yo quería hablarte de los nexos de la vida,
de quién la habita para más allá del aire.
Y que el respeto entero e infinito
no necesita venir después del amor.
Ni antes. Que las filas solo son útiles
como formas de mirar, maneras de ordenar
nuestro espanto, pero que es posible puntos
paralelos, espejos y no ventanas.
Y que todo está bien y es bueno: fila u
ovillo, dos cabezas en un cuerpo solo,
o un dragón sin fuego, o unicornio
amenazando con llamas muy vivas.
Como el cabello claro que tenías entonces
se volvió castaño, incluso claro,
y la metáfora hecha por la infancia
se reveló tan buena en el poema. Se revela
tan útil para hablar de la vida, esa que,
sin tazones, intactos o partidos, continúa
siendo buena, incluso en disonancia de ovillo.
No sé qué te diría en un futuro más próximo,
si quien así habita los espacios de las vidas
tiene ojos de gigante o cuernos monstruosos.
Porque te amo, te querría un antídoto
igual, a elegir, que te hiciese grande
de repente, volando, como hada, sobre la fila.
Pero al amarte, no puedo hacer eso,
y en esta noche caliente desgarrando junio,
quiero hablarte de la fila y del ovillo
y de todas las diversas formas de amar,
pero hechas de pequeños sonidos de espanto,
si lo justo y lo humano ahí se abrazan.
La vida, hija mía, puede venir
de otra metáfora: una lengua de fuego;
una camisa blanca del color de la pesadilla.
Pero también ese bulbo que me diste,
y que ahora floreció, pasado un año.
Porque tuvo tierra, un poco de agua
y una terraza para liberarlo de pasos.
Ana Luisa Amaral
En Sombras de porcelana brava. Diecisiete poetas portuguesas.
Edición y traducción de Vicente Araguas.
Vaso Roto Poesía.
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