Pocas cosas
tan hermosas
como una caja por estrenar de lapiceros:
doce soldados fieles
perfectamente alineados,
con su carbón por dentro
y con todas las letras por delante.
Pocas cosas
tan misteriosas
como estos doce lápices,
uniformados con el color de las avispas,
brillantes todavía,
afilados cuidadosamente.
Vienen de la madera y de la mina
y se dirigen,
con desigual fortuna,
a las palabras, los números o los dibujos,
al mostrador de entrada de una cárcel.
Todos son iguales y, sin embargo,
qué vidas tan distintas les esperan.
Ignoramos
en qué manos caerán,
en qué otros labios rodarán gozosos,
madera y mina,
carbón,
a qué otras batallas prestarán
su trazo y su servicio.
Ignoramos casi todo
de los lápices:
yo nunca he terminado uno.
Un día ya no están.
Pero andan por ahí, como los hijos,
llevando nuestro aroma,
repitiendo
palabras aprendidas con nosotros.
Ahora son solamente
maderas y carbones.
Pocas cosas
tan hermosas
como estos doce lápices,
con tantas cosas dentro todavía.
Natxo Vidal
en Atrás no es ningún sitio
Aula de Poesía de la Univ. de Murcia.
domingo, 11 de marzo de 2007
domingo, 4 de marzo de 2007
Todas las cartas de amor son...
Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fueran
ridículas.
En mis tiempos también escribí cartas de amor,
como las demás,
ridículas.
Cuando hay amor, las cartas de amor
tienen que ser
ridículas.
Y es que, en fin,
solo las criaturas que no han escrito jamás
cartas de amor
son las que son
ridículas.
Quién volviera a aquel tiempo en que escribí,
sin darme cuenta,
cartas de amor
ridículas.
La verdad es que hoy
mis recuerdos de aquellas cartas de amor
son los que son
ridículos.
(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas.)
Fernando Pessoa
en Antología de Álvaro de Campos
Alianza Editorial
Traducción de José Antonio Llardent.
ridículas.
No serían cartas de amor si no fueran
ridículas.
En mis tiempos también escribí cartas de amor,
como las demás,
ridículas.
Cuando hay amor, las cartas de amor
tienen que ser
ridículas.
Y es que, en fin,
solo las criaturas que no han escrito jamás
cartas de amor
son las que son
ridículas.
Quién volviera a aquel tiempo en que escribí,
sin darme cuenta,
cartas de amor
ridículas.
La verdad es que hoy
mis recuerdos de aquellas cartas de amor
son los que son
ridículos.
(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas.)
Fernando Pessoa
en Antología de Álvaro de Campos
Alianza Editorial
Traducción de José Antonio Llardent.
Etiquetas:
Fernando Pessoa,
Literatura portuguesa
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