Para Salva Robles
En su cincuenta cumpleaños
Quién nos iba decir,
amigo Salvatore,
que llegados al otro umbral
de la estación florida,
y adentrándose el tiempo
en el que el viento airado
cubre de nieve la hermosa cumbre,
que habríamos de compartir
contigo,
no la dicha -que es algo fugaz-
sino la gloria
de quien ya no cumple años
sino experiencia,
de quien supo sacar zafiros
del pozo umbrío
de las adversidades.
Tú, rey Midas de la amistad
que conviertes en oro
un encuentro azaroso, una llamada,
para que el cauce fértil
por donde fluyen
los amores fraternos se renueve
siempre distinto y siempre igual.
Quién nos iba a decir,
amigo Salvatore,
que de algo tan humilde,
de este puñado de palabras
que son el pan nuestro de cada día,
haya podido lentamente
crecer este árbol tan frondoso,
que igual que los naranjos
de tu valle de Guadallhorce,
convierta la experiencia olorosa
del azahar
en esta otra experiencia ya sublime
de comerse a bocados
el fruto de la vida.