martes, 15 de julio de 2008

84, Charing Cross Road

Señor:
(Me parece un poco tonto seguir escribiendo "señores" cuando tengo ya la certeza de que una misma y única persona se está ocupando de mis cosas).

El Savage Landor llegó perfectamente y se abrió al punto él solo por un diálogo romano en el que dos ciudades acaban de ser destruidas por la guerra y sus habitantes, condenados a morir en cruces, suplican a los soldados romanos que pasan que los atreviesen con sus lanzas y pongan fin a su agonía. Será un consuelo volverme a Esopo y Ródope, y pensar que la preocupación de ustedes no va más allá del hambre. Me encantan esos libros de segunda mano que se abren por aquella página que su anterior propietario leía más a menudo. El día en que me llegó el ejemplar de Hazlitt, se abrió por una página en la que leí: "Detesto leer libros nuevos.". Y saludé como a un camarada a quienquiera que lo hubiera poseído antes que yo.

Les incluyo un billete de un dólar, que Brian (el amigo inglés de mi vecina Kay) dice que bastará para cubrir los 8 chelines que les debo; esta vez se ha olvidado de traducírmelo...

Por cierto..., Brian me ha dicho que tienen ustedes racionados los alimentos a razón de 60 gramos de carne por familia y semana, y a un huevo por persona y mes. Me he quedado horrorizada. Tiene un catálogo de una empresa británica con sucursal aquí, mediante la cual envía por avión alimentos desde Dinamarca a su madre; así que yo también voy a enviar a Marks & Co. un pequeño regalo de Navidad. Espero que será suficiente para todos ustedes, pues me dice que las librerías de Charing Cross Rodad son "todas muy pequeñas".

Lo envío a su atención, FPD, quienquiera que usted sea. Feliz Navidad.

Helene Hanff
en 84, Charing Cross Road.
Anagrama.

)Nota del editor: Un día en octubre de 1949, Helene Hanff, una joven escritora desconocida, envía una carta desde Nueva York a Marks & Co., la librería situada en el 84 de Charing Cross Rodad, en Londres. Apasionada, maniática, extravagante y muchas veces sin un duro, la señorita Hanff le reclama al librero Frank Doel volúmenes poco menos que inencontrables que apaciguarán su insaciable sed de descubrimientos. Veinte años más tarde, continúan escribiéndose, y la familiaridad se ha convertido en una intimidad casi amorosa. Esta correspondencia excéntrica y llena de encanto es una pequeña joya que evoca, con infinita delicadeza, el lugar que ocupan en nuestra vida los libros... y las librerías. (

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué ratos más deliciosos he pasado leyendo este librito.

Pepa Botella