viernes, 28 de marzo de 2008

Intimidad

Lamentaré perder esta habitación. Porque aunque nunca me ha enseñado nadie el arte de la soledad, he tenido que aprenderlo, y esta habitación se ha convertido en algo tan necesario para mí como los Beatles, los besos en la nuca y el cariño. Aquí puedo seguir el hilo de mis pensamientos mientras leo, escribo, canto, bailo, rememoro el pasado y pierdo el tiempo. Aquí he examinado las intuiciones más sutiles y he atrapado al vuelo ideas vagas pero obsesivas. Estoy hablando del placer de no hacer, desear o hablar de nada, de abandonarse por completo.


Pero fue en esta habitación, de madrugada, cuando Susan y los niños dormían y yo me sentaba aquí escuchando los ruidos de la calle, donde comprendí hasta qué punto suspiraba por el contacto enriquecedor. Jamás di con la manera de disfrutar de la ociosidad con Susan. Ella tiene una mente muy activa. Uno puede sentirse tentado de admirar a una persona que vive con vigor y entusiasmo. Pero se percibe cierta desesperación en su hiperactividad, como si fuese su trabajo lo que la mantiene entera. En cierta forma, lo que yo quiero es menos de todo.


Sé lo necesarios que son los padres para los hijos. Yo me colgaba de la mano de mi padre cuando él recorría las librerías, se subía a las escaleras y permanecía sobre los escalones para coger algún viejo volumen. «Vámonos, vámonos... », protestaba yo.


Cómo nos impregna el pasado. Vivimos todos nuestros días al mismo tiempo. Los escritores favoritos de mi padre siguen siendo mis preferidos, especialmente los europeos decimonónicos, los rusos en particular. Personajes como Goriot, Vronski, Madame Ranévskaia, Nana o Julien Sorel forman parte de mí. Son los ejemplares de papá los que les daré a mis hijos. Papá me llevaba a ver películas de guerra y partidos de críquet. Cuando yo entraba en su habitación, el rostro de mi padre se iluminaba. Le encantaba besarme. Nos hicimos compañía durante muchos años. Yo me quería casar con él. Quería caminar, hablar y reír y vestirme como él. Mis hijos adoptan la misma actitud conmigo, repiten lo que yo digo con sus vocecitas, se quedan mirándome con admiración y se pelean por sentarse a mi lado. Pero voy a abandonarlos. ¿Qué opinaría mi padre de eso?

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Qué me ha enseñado la vida de papá? Que la existencia es una lucha y que esa lucha no te lleva a ninguna parte y no es ni reconocida ni recompensada. El matrimonio proporciona pocos placeres; requiere un aguante considerable, como hacer un trabajo que uno detesta. No puedes largarte y no puedes disfrutarlo. Tanto él como mamá estaban frustrados y eran incapaces de encontrar una manera de conseguir aquello que deseaban, fuera lo que fuese. A pesar de todo, eran fieles y honestos el uno con el otro. Pero infieles y deshonestos consigo mismos. ¿0 me estoy equivocando?

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Sé que el amor es un trabajo sucio; tienes que mancharte las manos. Si te mantienes a distancia, no sucede nada interesante. Además debes encontrar la distancia adecuada entre las personas. Si están demasiado cerca, te aplastan; si están demasiado lejos, te abandonan. ¿Cómo mantenerlos en la situación adecuada?



Hanif Kureishi

en Intimidad.

Compactos Anagrama.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Cómo encuentras estos libros? ¿Quién te los recomienda?
Esos fragmentos dan mucho pero que mucho para pensar...
Siguessinsaberquiensoy

Antonio Aguilar dijo...

Bueno, los libros unas veces se encuentran y otras te tropiezas con ellos. En este caso se trata de los amigos, del Lorente, que el otro día me dijo que lo estaba leyendo. Y luego está el azar, esa suerte de hallazgo fortuito. Llegas a la librería y allí está, sobre la mesa de novedades, obviamente extraviado, porque ya no es tan novedad. Da la impresión de que mi amigo Antonio ha entrado un rato antes en la librería y lo ha dejado allí para que yo me tropiece con él de forma irremediable. Luego veinte minutos de lectura en el café de el arco y ya no puedes parar.