Mi familia fantasma y mi
familia de carne ejercen su custodia
sobre mí / ya que no se hablan
pero nada ha cambiado: en la casa
de los muertos mi hijo me sigue
llamando a gritos mi madre cose
y mi mujer me mira sonriendo con cara
de de dónde has salido tú / solo reina
un incómodo silencio cuando hablo de aquellos /
de los vivos / me recuerdan mi apellido
-solo uno- y me demandan
que tengo que llamarlos más / pero tal vez
es peor lo de los otros, los de carne:
nunca nombran a los muertos ante mí
imponen su nevada sobre tierra baldía
abren mucho los ojos si insisto en mencionarlos
me confinan al presente como a un loco
para ponerme de su lado para siempre /
está claro que todos me quieren /
simplemente no quieren que me ausente
porque son incapaces de acompañarme /
en la casa de los muertos hay juguetes
con los que nadie juega ya y es verdad que nadie
juega ya
José Daniel Espejo
en Perro fantasma.
Candaya.