SUEÑO CON ACACIA
Sueña que está sentado
a los pies de una acacia.
No en campo abierto,
no al margen de un camino.
Sólo un hombre en el sueño
de una acacia:
si observa los ramajes
desenreda esos brazos, o los poda
espantando algún búho,
y si gira la vista hacia la tierra,
tras cada parpadeo,
un ocaso
la vuelve más pesada.
Sin embargo no está
meditando, no es
una mente eremita.
Hay alguien más de fondo
invisible, sentada.
Hacen silencio juntos.
Se atraen en secreto,
como todas las cosas.
Es algo que unos ojos
no podrían captar.
Se ve lo que no hay,
lo que se ve no siempre
coincide con su imagen:
ahora se levanta,
da un suspiro,
camina
y a cada paso suyo el horizonte
se mueve un paso atrás,
y otras huellas se imprimen
junto a él en la tierra
pero no tienen cuerpo,
van sin pies y sin rumbo...
Queda un presentimiento que se asume,
un enigma, entre sombras
aquél búho
que sale y se disipa... Al despertar
todo lo deja allí,
nada trae de vuelta.
Si acaso el hormigueo de una mala postura,
agujas en los brazos
podados
de la acacia.
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PURA FE
He aquí mis perros: Sagan y Pandora.
Ellos no saben cómo me llamo yo,
les es innecesario,
les basta con oler para encontrarme
sentado a mi escritorio,
rumiante de silencio, buscador
inmóvil.
Me acompañan tumbados en la alfombra,
aunque no esperan nada: pura fe.
Si acaso gimotean como niños con sueño
les devuelvo un abrazo
pasándoles la mano por el lomo.
Y así hacemos el vínculo.
Pero habitamos mundos diferentes.
En nuestras caminatas,
mientras los veo remover la tierra
sin hacerse un lugar, sólo escarbando,
siento que no cabría
en mí, que sin lenguaje
yo andaría perdido entre la realidad.
Por eso les envidio su galope fácil:
carece de abstracción.
Mis perros no conocen la palabra mañana,
son libres
pues no han pensado nunca
en la libertad,
son el ser en su ser,
el ser los ha cortado a su medida...
¡Qué lejos las ideas de vosotros,
ah, criaturas del momento¡
Cuando se acercan a lamerme van
hacia alguien más concreto y más tangible
del que creo que soy,
ya que no se proyectan
en lo que miran.
Yo en cambio sólo veo dos seres entrañables,
imaginarios
como todo amor.
Rafael Espejo
en Criaturas del momento.
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