viernes, 21 de septiembre de 2007

Desierto de Los Monegros



El coche en sombra bajo el tendejón

y flecos de maleza parda junto a las ruedas.

El sol de mediodía percute en el asfalto

y siembra el arenal de transparencias.

Dos muros desdentados,

una señal de tráfico,

restos de chapa y neumáticos rotos

son cuanto evoca

el tiempo de los hombres, su transcurso.

La botella de agua y tus gafas veladas.

Estar de paso es de repente

este paisaje alucinado,

esta incredulidad de diez minutos

que es otro modo de distancia

y convierte la vida en memoria precoz.

Dejar caer el agua por tu frente

y el pelo se te encrespa, más oscuro.

ha vuelto a abrir los ojos

y una sonrisa rompe el maleficio,

este breve paréntesis de insidia

que tiembla con el aire, como humo.

La mueva de tu alivio es una calma

y sé reconocer su contundencia.

Veloz hacia un destino

que nos llama sin conocernos,

el coche arranca y deja surcos en el arcén.

Queda sólo esta luz,

la aguja fiel de agosto

que horada cuanto toca,

más allá de nosotros.


Jordi Doce

en Gran angular,

DVD poesía.

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