¿Qué quedará de esta casa herida
como la corza herida, asaeteada,
que a través del bosque huye desangrándose?
No la mesa donde se compartió el pan
y por la vida brindamos con generoso vino,
no el arca de madera labrada que contuvo unas cartas
venidas de muy lejos, ni la antigua vajilla
tan frágil como estas mariposas esmeraldas, azules,
bellas durmientes en cajas de cristal, no los visillos
que el viento sin oeste agita en el otoño como velas latinas,
ni siquiera los cuadros de pintores amigos o esas primeras
ediciones, páginas dedicadas...
Si acaso de esta casa
herida como la loba herida
que cruza el bosque nevado desangrándose,
quizás, tal vez,
la luz que nos persigue, la luz que nos sorprende
como amante distinta cada hora y el eco de un abrazo
urgente o un beso inesperado, la risa de unos días
como gran cesta roja de manzanas, los sueños
por soñar aún despiertos en la colcha de boda.
¿No más?
Y el misterioso
latido del corazón que trasplantaste
en cada uno de tus libros.
Más no. Nada
de cuanto ardió aquí contigo, en vida, quedará.
Juan Cobos Wilkins
en El mundo se derrumba y tú escribes poemas.
Fundación José Manuel Lara.
Vandalia.
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