Me gustaban más los saltos encogidos que los carpados o los tirabuzones. Era hermosa la figura que formaba su cuerpo al doblarse desde la cintura con las piernas estiradas hasta la punta de los dedos, de forma que todos los músculos estaban tan tensos como era posible. Jun apoyó el rostro frente a las espinillas y agarró la parte de atrás de sus rodillas con la palma de la mano. También me gustaba aquella figura exquisita.
Cuando la línea de las piernas empezaba a caer describiendo un círculo casi trazado a compás, yo podía sentir el cuerpo de Jun dentro de mí. Caía mientras acariciaba mi interior. Más que un abrazo intenso era como estar enlazados los dos, de una manera cálida y serena. A pesar de no haber abrazado nunca a Jun, lo percibía con claridad.
Yoko Ogawa
en La piscina.
Funambulista.
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