ACUDE al hotel Welcome la luz quemada,
baile de calaveras de la luz:
a los porches de cárdenas arcadas
llegan las agonías de la noche.
El cielo que al cerrarse era amarillo de angustia
tiene la transparencia de un clarín:
la luna es sagrada y profana,
el milagro del día en su desmayo.
La última mirada de Errol Flynn,
en un quiebro de llama desgarradas,
ve las gafas oscuras de la muerte:
son de cristal ahumado los papeles.
En una contradanza de gavotas,
somos formas del bosque de la noche:
Pelléas y Mélisande, Nora y Robin,
el carnaval de los cuerpos agitados por la penumbra,
tan picoteados como los dedades
de aquel poema de Francois Villon.
No nos han colgado verdugos ni victimarios:
somos la prenda ardiente del deseo.
Tantas cosas escritas, tantos grafitos,
tanto vidrio esgrafiado en el otoño,
tanto cascajo de la claridad,
astillada en el taller del estío.
La muerte de andar por casa clava agujas
en los hombros del hotel Welcome:
los ascensores de bolsas de la niebla
suben y bajan llenos de dioses antiguos.
Al hotel welcome llega la siesta
de las anomalías del deseo,
cuando la oscuridad de punzones de hierro
pone al rojo los aires de la muerte.
Pere Gimferrer
en El castillo de la pureza.
Tusquets editores
baile de calaveras de la luz:
a los porches de cárdenas arcadas
llegan las agonías de la noche.
El cielo que al cerrarse era amarillo de angustia
tiene la transparencia de un clarín:
la luna es sagrada y profana,
el milagro del día en su desmayo.
La última mirada de Errol Flynn,
en un quiebro de llama desgarradas,
ve las gafas oscuras de la muerte:
son de cristal ahumado los papeles.
En una contradanza de gavotas,
somos formas del bosque de la noche:
Pelléas y Mélisande, Nora y Robin,
el carnaval de los cuerpos agitados por la penumbra,
tan picoteados como los dedades
de aquel poema de Francois Villon.
No nos han colgado verdugos ni victimarios:
somos la prenda ardiente del deseo.
Tantas cosas escritas, tantos grafitos,
tanto vidrio esgrafiado en el otoño,
tanto cascajo de la claridad,
astillada en el taller del estío.
La muerte de andar por casa clava agujas
en los hombros del hotel Welcome:
los ascensores de bolsas de la niebla
suben y bajan llenos de dioses antiguos.
Al hotel welcome llega la siesta
de las anomalías del deseo,
cuando la oscuridad de punzones de hierro
pone al rojo los aires de la muerte.
Pere Gimferrer
en El castillo de la pureza.
Tusquets editores
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