martes, 14 de enero de 2020

Jose Óscar López: Tren de los dormidos


DORMÍ en el tren que me llevaba
a la ciudad de los despiertos, 
viajaba en el tren de los locos, 
de los seres ridículos 
que hacen pantomimas 
en medio de los serios ejercicios 
de la razón y la moral.

Tuve sueños ridículos, 
me retorcí mientras dormía, 
soñé como quien escurre limones, 
como el que agita el limonero 
gigante de sus pesadillas, 
ácido y fluorescente 
en medio de la noche 
serena de la inteligencia.

Brilla mi limonero, como un faro 
me avisa de la costas escarpadas 
donde terminan encallando 
los más magníficos barcos frutales 
para esparcir la fruta delirante 
de sus bodegas por el mar.

Un mar como una tanqueta de ácido.

Un ácido devota todo lo conveniente, 
lo que debe considerarse 
para llegar a alguna meta de verdad.

Corrí, corría en los campos del sueño, 
corría y me agitaba, y fui ridículo, 
quise librarme de mis ropas 
de durmiente que duerme mal.

Dormí, dormía, hice mal.
Nadie dormía allí hacia donde iba.

Iban a recibirme muecas de desagrado, 
yo era un río de vinagre 
entre isletas de gominola.

Son cosa seria, los payasos, 
¿caso no nos esperabais, 
señor, a los payasos?

Andamos todo el día 
durmiendo y despeñándonos 
en el abismo abierto 
entre nuestro perenne sueño 
y la despierta realidad.

Ah qué risibles somos, qué ridículos.

Lloramos zumo de limón, 
estamos mareados, 
ha sido un viaje horrible.

Y empezamos a tropezar, 
por todas partes nos caemos.

Llegan las carcajadas.
Oh, sí, señor, al fin
hablamos una misma lengua.

Los despiertos soñaban 
con ver una vez más, cientos de veces, 
nuestro espectáculo grotesco, 
y todos los dormidos 
fuimos recibidos por fin, 
con todos los honores, 
en el reino de la vigilia.


José Óscar López
En Animal fabuloso.
Chamán.

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