He visto que las cosas
Cuando buscan su centro
Encuentran su vacío.
Federico García Lorca
El otoño pasado
quedaron olvidadas
unas pocas castañas en el cesto.
Brotaron como brotan
las cosas, porque sí.
Plantarlas fue tan fácil
como enterrar su carne,
su voluntad redonda de semilla.
No servirá de nada -nos dijimos-.
Una de ellas creció. Sus cinco vástagos
desafían ahora esas palabras.
No servirá de nada -volvimos a decir-,
pues si sobreviviese a este verano,
habrán de llegar otros
con otros vientos, otras sequedades
con las que derrotarla.
La planta continúa indiferente
a nuestras opiniones.
Supongamos que estamos confundidos
y que nuestro hipotético ejemplar,
con su sombra hipotética alargándose
más allá de la mano que lo injerta,
contra todo pronóstico,
alcanzase a cumplir
mil quinientos inviernos.
(La cifra habitual en estos casos).
Tampoco servirá de nada porque alguien, algún día,
Ver
A su tronco hueco
Y sentirá piedad
Por el castaño inerte y por sí mismo.
Si supiéramos algo de la vida,
Si tuviéramos la menor idea,
Aquí, junto a este tiesto
De barro desconchado
En el que crece un árbol diminuto,
Al abrigo del porche,
Camino de Marchena,
Buzón número tres,
Estaría el lugar más conveniente
Para quedar callados.
Inmaculada Pelegrín
En Todas direcciones.
Hiperión.
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