LO QUE MÁS ME GUSTABA
era hurgar en el cajón de tu mesilla.
Tropezar con aquel inventario de cosas inservibles.
El pastillero roto,
la cajita de nácar con mis dientes de leche,
negativos sin fotos,
emulsión transparente
donde la oscuridad deslumbra
con su plata metálica.
Escenas ya vividas
por la mujer que fuiste en otro tiempo
y que yo me empeñaba en comprender.
Caracolas sin mar,
pelusas y botones
un guante desparejo,
como esos piececitos de cera bendecida,
esas manitas huérfanas
que cuelgan en algunas capillas,
exvotos que celebran
la curación de un niño enfermo.
Llaves arrinconadas
que extraviaron sus puertas sus cerrojos
magia desvencijada piezas
sin ensamblaje
deterioros
todo formando parte de tu vida anterior.
Un humus florecido
en el bancal de tierra removida
donde la infancia encuentra una tarea,
una razón de ser.
Rosana Acquaroni
en La casa grande.
Bartleby editores.
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