XXXI
AÚN altos en la noche,
despojados de hojas,
apacibles
en la melancolía de su herida,
los árboles se mueren hacia adentro:
no hay más duelo
que el de sus propias ramas
resistiéndose erguidas
ni más llanto que el de sus gorriones.
Bajo una luna roja
que remansa su luz en los cercados
que han quedado desiertos,
los miro, silencioso, como lo harían conmigo:
sin moverse,
como si en este instante
no pudiese haber nada ante mis ojos
con tanta dignidad
y con tanta grandeza.
La vida nos enseña a soportar la intemperie.
Pasaremos nosotros
y los árboles
seguirán siendo fieles al horizonte y a la luna.
XXXVIII
LA mesa de madera
de mi alcoba
nunca ha echado raíces,
pero guarda en sus vetas
el temblor de los pájaros.
Ninguna voz es dueña
de sí misma,
toda voz es reflejo de otra voz,
toda palabra,refracción de la luz de otra palabra.
Subido a lo más alto de mi sangre
sobrevivo a la deriva del siglo
respirando por ti.
Basilio Sánchez
en Esperando las noticias del agua.
Pre-textos. Colección cruz del sur.
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