En soledad,
aunque no lo precise,
he puesto mi mirada entre las cosas
que todos tienen cerca
y nadie ve.
Extraño es contemplar la realidad
sin prisas,
sin lamentos ni agobios,
seguro de alcanzar lo perdurable,
lo que queda -en esencia-
desnudo al despojarlo de su cáscara.
Y es la pura verdad, que me golpea.
U es tan cierto que duele.
Alguien dijo que un pájaro
tan pobre como lo es
un sencillo gorrión de la ciudad
no canta,
que no puede cantar,
que es este un don de largo inmerecido
para un ave discreta.
En mis poemas, sin embargo,
los gorriones elevan su conciencia
por encima de todo,
entonan melodías sorprendentes
que propagan sus límites
y despejan el aire revelado
del humo de vehículos y fábricas.
En el ciclo latente de la vida
y en el propio poema,
no todo está perdido ni es real
lo que real parece.
Rubén Martín Díaz
en Lírica industrial.
Ediciones Rialp.
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