Si fuera yo Manrique,
podría con tu muerte hacer un monumento,
una magnífica catedral de piedra
plantada sobre el tiempo de los hombres
para que fuera eterna tu memoria.
Si fuera yo Manrique, aprendería
de tu muerte las grandes lecciones de la vida;
y no me quedaría aquí callado,
viendo contigo el último partido
que perdió otra vez, el Cartagena.
Si yo tuviera el genio de Manrique
y el don de la poesía
diría que tu vida es un río
que ya está llegando al mar.
Nuestra mar azul del Mediterráneo,
donde un día tus manos elevaron
el cuerpo de aquel niño que no sabía nadar,
y unca el sol brilló más alto sobre el cielo.
Diego Sánchez Aguilar
en El nudo.
Eolas ediciones.
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