martes, 25 de octubre de 2011

El Alma de Javier Moreno


RECUERDO HABERME MASTURBADO una vez pensando en mí mismo y no haber obtenido placer alguno. Mis uñas no tienen aristas y brillan como si estuviesen pintadas de laca. Me gusta la cocina china, la cocina hindú, la cocina italiana, la cocina japonesa y la cocina mexicana. soy capaz de cocinar con solvencia al menos media docena de platos de cada una de ellas. No sé nada de la cocina astraliana ni de la chilena. Como de todo salvo casquería y órganos internos. Los cátaros me resultaron simpáticos durante una época de mi vida. Al hacerme mayor descubrí con sorpresa que el mundo estaba lleno de ellos. De pequeño tenía los pies planos. Quizás los siga teniendo. De adolescente tuve escoliosis. Mi corrección anatómica es impuesta. Bromeando con mis amigos digo que soy la Ana Obregón de las ortopedias. Creo que el hombre nunca llegará a Marte. Hasta los veinte años no escribí una sola palabra que tuviese que ver con la literatura. Sigo sin saber muy bien de qué hablo cuando uso esa palabra. Quizá lo mejor sea no intentar hacer literatura. tan solo escribir, a secas.

Javier Moreno
en Alma.
Lengua de trapo.

jueves, 20 de octubre de 2011

La desconocida


MIENTRAS tú duermes,
a mí me despierta tu sueño,
esa extraña sensación de saber
que en este mismo instante
estás cruzando
mi ciudad en un tren nocturno,
y que ya nunca nos encontraremos.



José Gutierrez Román
en Los pies del horizonte.
Rialp. 2011.

La osamenta


DEBIERA uno vivir su vida lejos de sí mismo.
Lejos de todas las nubes de su infancia
Y de la tempestad del mediodía.
Lejos de la aspereza de los sueños más lúcidos,
Esos en los que cada rostro cobra una historia
Sancionada después en pingües callejeros,
En brújulas de saldo con agujas que hieren
O nada más que estrellas.
Lejos de la vejez que sólo es un invento
Y los colores que no existen
Aunque uno se desmuera por buscarlos.
Ceniza maloliente de tantos despertares.
Mano fría que quema cuanto toca.
Osamenta que dice
Lo que la piel humanizada calla


Alberto Chessa
en La osamenta.
Rialp. 2011.

viernes, 14 de octubre de 2011

Poemas de Mary Jo bang


Háblame


Háblame, le dijo él.
Se inicia la narración y nos ocupamos de los matices.
La suerte de gramática. El color y el tono
del tiempo verbal. Siempre hay una excepción
pero siempre una regla.
El lenguaje a la deriva

de la vida cotidiana.
Háblame y cuéntame qué
pasa en el mundo. Y eso del hombre
que se convierte en piedra.
Como Sísifo, ella carga con un niño
hasta que aparece de nuevo por detrás sobre

la línea del horizonte del abismo del desastre.
La lluvia se ha demorado un poco.
El sol de la escena se percibe
en la multitud de motas que fluyen en el lumen de la lámpara.
Un trávelin arrastra la lámpara hacia atrás
hasta que el punto amarillo llega a ser mucho

mayor. ¿Qué orilla del lago, pregunta él,
está más cerca del Leteo?
...


Apertura
(2)

Abre la puerta y mira dentro.
El gato negro mágico araña el sofá.
La lámpara de medianoche va perdiendo luz.
Una mujer se quita la ropa.
Su pijama ha sido planchado
y se mete en una cama de flores.
Ofelia yace en el estanque del parque,
huérfana por un instante en la oscuridad.
Cántame una canción, tesoro, te lo suplico.
...



Ahora

Ahora, dijo ella, ¿sabes
cómo me siento? No, dijo él,

no sé nada.
Soy solamente, como tú me has descrito,
ceniza en una urna. No, dijo ella,
eso no es lo que quería decir

cuando lo dije. Eres todas las cosas
y además eso. Es la ironía

del lenguaje quien te ha descrito así.
Reducido

al después del dolor
que durará toda mi vida. El dolor

hasta la raíz del pelo de una madre
cuyo hijo ha sido barrido del mundo
por la escoba punzante
de todos sus fallos involuntarios.

Lo que ella había querido decir es que
el cuerpo como ceniza es insuficiente.

Mary Jo Bang
en Elegía.
Bartleby Editores.
Traducción de Jaime Priede.