lunes, 30 de diciembre de 2019

Francesc Parcerisas: Trenes

Mira cómo se impone la noche alrededor;
La lechuza ha callado en el camino de los cipreses.
La vida son momentos hermosos, mariposas
que consume el recuerdo en noches sin memoria.
Intenta recordar: junto a la playa,
el olor del eucalipto y las adelfas,
o los interminables trenes que espiábamos
cada mañana, bajo La Luz amarillenta;
gusanos que carcomen el encañizado de los años.
Aún sientes el lento traqueteo,
cada golpe del cambio de las vías;
los sientes escapar entre los dedos, misteriosos,
cargados de bienes y ganado;
y sigues ignorando adónde van
y si hay alguien que sepa cuándo llegan.
Pero no te hace falta ya subirte a la cama
para alcanzar el pretil de la ventana: sabes
muy bien de dónde vienen, y qué quiere decir
la señal roja que llevan en la lana.

Francesc Parcerisas
En Fuegos de octubre.
Traducción de Ángel Paniagua.
Linteo poesía.

lunes, 23 de diciembre de 2019

Ángel Paniagua: Y por favor no lean a Vallejo

Sigan dándole vueltas al oscuro 
misterio de los astros, al tranquilo 
discurrir -tan terriblemente ajeno- 
de las horas, al lento sucederse 
de los años sobre las estaciones 
cada vez más iguales y propensas 
a extraños cataclismos; sigan dándole 
vueltas y buscando en ese gesto 
displicente y cansado con que el mundo 
nos mira, hormigas crédulas, cigarras 
engreídas que nada ven u oyen 
de lo que se nos viene encima, aquéllas 
afanadas colmando sus estrechos 
hormigueros para el invierno y éstas 
absortas en su cháchara ruidosa, 
disfrutando el calor de un sol con fecha 
-no por lejana menos inquietante, 
segura y cierta- de caducidad.

Sigan, sigan quitándose de en medio 
los obstáculos para su insaciable 
afán de construir, de perforar 
de organizarlo todo a su manera 
para un futuro estable. Del presente 
no vayan a acordarse ahora, sólo 
supondría un obstáculo y tendrían 
que quitarlo también de en medio, igual 
que las selvas inmensas donde apenas 
algunos centenares de salvajes 
-recelosos y sin civilizar-
se empeñan en seguir siendo el estorbo 
mayor a su tarea.
                                   No claudiquen
-les suplico- en su empeño, aunque falten 
todavía unos cuatro mil millones 
de años hasta que ese mismo sol 
que sigue iluminando sus hazañas, 
se convierta en estrella roja y borre, 
abrase con su fuego, engulla toda 
huella de este planeta. Mucho tiempo, 
¿verdad? Por eso -insisto- sigan dándole 
forma a ese inefable paraíso, 
confiados en el agradecimiento 
de las generaciones venideras.

No van caso de nuestra pobre cháchara 
desencantada, sigan adelante 
y, por favor, no lean a Vallejo 
ni a Szymborska, ni a Milosz, ni a ninguno 
de sus torpes, inútiles congéneres:
ya se irán -como las cigarras- cuando
no quede ningún árbol desde donde 
parlotear en contra del progreso.


Ángel Paniagua
en Debajo de los días.
Raspabook.

Alberto Chessa: Manan los nombres

Mojado todavía
de sombras y pereza. 
ÁNGEL GONZÁLEZ

Creo en tu cuerpo,
en la arcilla y el barro de tu vientre,
en la cavidad donde se refracta
el exterior que nos circunda,
mientras relleno el tiempo de la espera
con migajas de pan en cada verso.

Creo en tu cuerpo ayer y esta mañana,
porque también a mí me da escondrijo
y me recuerda que seremos vida,
que todo sigue oculto en lo visible

y todo lo visible aguarda
su solución,
su clave,
santo y seña.

Ajenas en el puro ser,
aún nadies,
nuestras dos diminutas odiseas
¿dejarán para siempre un vestigio o una ruina
en el cuévano de ese vientre?
¿Habrán sabido ya que la tristeza
del singular jamás irá con ellas?
¿Nos enseñarán a nosotros
a convivirnos con el miedo?

Creo e tu cuerpo y lo acaricio y toco
como las yemas se deslizan
por la extensión cerrada de un piano,
tentando los sonidos,
ensayando la noche,
dejando que la música se nazca
en continuo presente.

Cuando asomen por la bocana
esas dos manecillas sin reloj,
mar todavía sin orillas,
vivir quizá les quedará muy grande,
inmenso muro para un verso incipiente,
estatuas que irán tomando rostro
en la caja vacía de un museo.

Todavía no saben
que acabarán el viaje en el origen,
que solo hay una forma de apearse en la vida
y es manchándolo todo.
Como se esparce el vino de un vaso derramado.
Como manan los nombres
cuando se dicen en voz alta.

Creo en tu cuerpo.
En Alicia.
En Lucía.

Me creo de tu cuerpo
y con eso me basta

Alberto Chessa
en Un árbol en otros.
La estética del fracaso.

domingo, 22 de diciembre de 2019

Dos poemas de Ilse Aichinger

Vieja mirada

Me he acostumbrado a esta ventana
y a que la nieve caiga a través de mis
ojos;
pero ¿quién siguió a los que se perdieron
a través de la puerta abierta del jardín?
¿Quién dispuso lo que allí había,
el barril de lluvia,
y la luna como luna,
todas las hierbas heladas?
¿Quién se columpiaba antes de la mañana
y hacía chirriar las cuerdas?
¿Quién puso la mano de cera
en la ventana de la cocina,
se sentó en el blanco
y me acogió a mí misma?


Ruego

De los dioses en cólera,
del dios en cólera
no me debes proteger,
pues yo no quiero, por miedo, ir hacia ti.
Las ruedas sobre la montaña blanca
están girando,
Homero se desploma en su esquina,
despiértalo,
despiértamelo
con tu
última sonrisa,
que te oiga
cuando yo vaya hacia las ruedas
y él cante.


Ilse Aichinger
En Consejo gratuito.
Linteo poesía.

jueves, 31 de octubre de 2019

Dos poemas de Nieve antigua de María Sotomayor

MIRO LA CIUDAD desde la ventana
nada h a desaparecido aquella ruina
sigue quejándose de los nidos
del vocerío en los escaparates

un árbol que pertenece a la dulzura
se siente extranjero antes de perder sus hojas
y así pasamos por el mundo ignorando los silencios los cabellos despeinados
el viento no puede llevarse
todas las ciudades que han empezado a arder
pero no importa
es el segundo invierno de los nombres y hay que irse
lejos muy lejos para poder contemplar
la migración de las aves en la punta de la nariz
o dentro de los ojos grandes de una niña
que aprende a llorar junto a su padre
como aquel primer dolor de un cuerpo poco hecho
dentro del calor de las castañas




CUIDA tus manos
del hombre de las montañas
cuando el niño se esconde
con los pies llenos de frío


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María Sotomayor
en Nieve antigua
La bella Varsovia/Poesía

martes, 24 de septiembre de 2019

Tres poemas de José Mateos de Un sí menor

QUISIERA escribir poemas
sin el dogal riguroso
de los poemas bien hechos;

Poemas que casi no fueran
poemas, sino el silencio
de donde nace el poema.

Como esas flores sin nombre
que hay en los cementerios,
quisiera hacer mis poemas:

Ser más fuerte que la muerte
con el olor de un momento.

EL ÁLAMO

DURO, quieto, indiferente
al río y la muerte.

Asceta de la ribera,
te desmienten
tus hojas que tiemblan.


SIN TÍTULO

HACE tiempo
Tuve un nombre,
Un nombre que no recuerdo.

Me llamaba...,
Como todos.
No sé como me llamaba.

¿Ansía? ¿Eco?
¿Vanidad?
Algo parecido a eso.


Resultado de imagen de josé mateos
José Mateos
En Un sí menor.
Editorial Pre-Textos
Colección la cruz del sur.



domingo, 15 de septiembre de 2019

José Alcaraz: Tengo un epitafio

TENGO un epitafio:

Así está bien. 

Lo cuido,
crece como hierba.

Lleva una lluvia dentro
y viento
con risas de niño.

Juega a mi alrededor.

Es extraño.

No sé.

Lo más alegre
que he escrito triste.


José Alcaraz
en El mar en las cenizas.
Rialp. Accésit premio Adonais.

Dos poemas de Juan Marqués

AHORA MISMO

(ISLANTILLA, 2009)

Para Nuria

BLANQUÍSIMO tu cuerpo bajo un cielo
de un azul abusivoo
     (ya sabes: es un don...),

y tu ensalada,
y tu cometa,
               y el sol.

El cielo es un misterio más visible
con el que nos tenemos que enfrentar,
y está pasando ahora: lo estás viviendo.

Ahora estamos juntos y sonríes.
Te estoy, ahora mismo, acariciando.


ACUARELA EN ABRIL

"¿ACASO no sabías de antemano
que todo iba a cambiar?",
dice un viejo poema japonés.

Está lloviendo sobre las cebollas.

El cuerpo interpretó como alimento
lo que sólo era sed.


Juan Marqués
en El cuarto de estar.
Editorial pre-textos. Colección la cruz del sur.

martes, 11 de junio de 2019

Shuntaro Tanikawa: Agua

el corazón que ha perdido lo que se puede aprender
está lleno de cosas
que no es posible aprender

en los ojos la sombra de una flor
en la nariz el olor
de las vísceras de un pez

un torrente fangoso
de palabras
en los oídos

una lengua envejecida
una piel escocida
un cuerpo tambaleante

la boca
tiene agua
pero sigue reseca

Shuntaro Tanikawa
en Minimal.
Visor poesía

domingo, 2 de junio de 2019

Lorenzo Oliván: Este árbol que no es árbol

El poema puede irse por las ramas.
Por eso hay que podarlo,
multiplicar caminos en su origen
para que tome fuerza.

Los brotes que no están también en fruto.
Y, en el filo
de la hoja que fue
y se llevó el viento,
se hace un corte la luz y habla su herida.

El tronco es lo fatal,
la forma de aspirar a darlo al aire.

Cada cual que entra en él
trae consigo su fronda:

la parta de este árbol -que no es árbol-
que no se ve
pero que más se mueve.

Lorenzo Oliván
en Para una teoría de las distancias.
Tusquets editores.

domingo, 26 de mayo de 2019

Dos Poemas de Karmelo C. Iribarren

QUE LA VIDA IBA EN SERIO...

Fue lo único
que me enseñó
mi padre

-una tarde
de invierno,
allí de pie,
junto a su féretro-;

No hubo tiempo
para más.


VISTA CANSADA

Tengo
vista cansada.
Las letras
se me emborronan
sobre la página.
Curiosamente ahora
que empiezo a ver
con tanta
claridad
tantas cosas...
Pero no hay gafas
para esto.

Karmelo C. Iribarren
En Los cien mejores poemas de Karmelo C. Iribarren.
Selección y prólogo de José Luis Morante.
Siltolá Poesía.

sábado, 20 de abril de 2019

Luis Muñoz: Dos poemas de Vecindad

CIELO RASO


                        A francisco Ramallo y Sebastián Chisari

Uno de eso días en que todo
nos parece nítido y extraño:
el agua al filo del pavimento,
los cascos resplandecientes
de los barcos,
los grandes ovillos azules
y limpios de las redes,
nuestros jerséis bocones
de punto con el olor del otro,
la familiaridad con que el mundo
nos acoge y quita peso.

¿Nítido y extraño? Sí,
cada cosa que hacemos
pasa un signo de interrogación
a las otras: encontrar
placer al desenroscarnos
por las cuestas del pueblo,
hallar vida en las paredes
descarnadas de los balcones,
mirar hacia los lados, sonreír.

EXÁCTAMENTE IGUAL

No tener es no tener,
tenerlo.

Con qué coraje.
Con qué frontal
acuden las notas de su ímpetu.

Estremecerse donde
se abre una tapadera,
cocinar las cosas no cocinadas,
el fuego ajeno, propio.

Los viceversa vibran
al cruzarse de lado.




Luis Muñoz
En Vecindad.
Visor poesía.

viernes, 12 de abril de 2019

Yannis Ritsos: fragmento de "Agamenón"

Ellos se habrían dado cuenta de cuán vigoroso, de cuán achacoso soy-
desafiantes ambos. Un atardecer paseaba solo a la orilla del març,
una pazdorada; el mar arrebolado; un remo que de pronto pareció prenderse en llamas. Sobre las rocas
habían extendido una grande vela roja. Del cuartel, arriba,
me llegaba una canción solitaria, lastimera,
tibia e ingrávida, como un vestido recién abandonado por un hermoso cuerpo-
una canción tibia que yo tenía entre las manos mientras paseaba
en el frescor de la tarde, al lado de los barcos. Todo alrededor
emanaba una fragancia como de maíz tostado y algas.
Un poco de agua debió caer, borbotando, en un tocón en ascuas. Afuera de las tiendas de campaña
habían encendido grandes hogueras para el rancho vespertino.

La muerte parecía tan fácil. Me acordé del taciturno Filemón. Una noche,
en la que, dentro de la tienda, todos ebrios parloteaban sin parar
de hazañas, mujeres, caballos, Antíloco desafió con burlas
su sosiego y su mesura. Y Filemón dijo: "Me preparo", nada más;
y continuó encorvado como estaba, sin beber, con los codos puestos en la mesa
y la cara hundida entre las manos. Detrás de sus dedos
resplandecía una extraña sonrisa. "Me preparo". Al amanecer
Antíloco salió de la tienda, se volvió hacia el Oriente y con la alegría
del actor y la irreverencia de la juventud declamó su plegaria al sol.

No sé cómo retuve sus últimas palabras. “Oh, sol — decía—
tú que con un dedo abres un hoyo dorado sobre el muro negro
y brotan de ahí dos pájaros, uno rojo, otro celeste—
el rojo se posa sobre mi rodilla, el celeste encima de mi hombro—“. Y
en ese momento, dos grandes pájaros volaron por encima de él—
eran dos cuervos. Ni él ni Filemón volvieron.
En un lécito blanco grabamos dos hermosos pájaros—el rojo y el celeste.






Yannis Ritsos
en Agamenón.
Acantilado.

martes, 2 de abril de 2019

Arturo Tendero: Selfie

Bien entrada la noche
de agosto y con calor aún, como llamado
por un presentimiento, alzo la vista
y ahí, donde han estado siempre,
palpitan las estrellas.

Me fijo en lo profundo, donde solo
nos cabe aventurar las matemáticas,
y dejo que me bañe entero el espectáculo:
desde el chisporroteo del bib bang
hasta esta hora secreta de un planeta
que gira ensimismado.

Me asombran esas ondas
que llegan hasta mí parpadeando
después de recorrer tanto silencio
y a tal velocidad
que no cabe pensar,
solo aceptarlas.

La rauda eternidad
se exhibe quieta
a este humilde mortal
que la contempla
sentado en una silla
de anea en la terraza.



Arturo Tendero
en El otro ser.
Siltolá poesía.

lunes, 1 de abril de 2019

Álvaro Valverde: La terraza

ES Palma. Podría ser Palermo
o cualquier otro sitio de Sicilia.
O Nápoles, una casa de campo
de las muchas que pueblan
las faldas del Vesubio,
como aquélla que vimos
en Viaggio in Italia,
el film de Rossellini.

Una terraza amplia
y dos palmeras.
Al fondo, las montañas.
El mar, que no se ve,
se intuye por la luz;
una atmósfera, un tono
que es mediterráneo.

Quien posa es de muy lejos,
sus rasgos lo delatan.

En su rostro, no obstante,
el color, la mirada
pasarían por nuestros.
Y la melancolía, tan latina.

Alguien que ha muerto
Eligió este lugar
para pasar el resto
de lo que fue su vida.
Ella recuerda.
Desde esa barandilla
—la mirada difusa—
Triste le piensa.




Álvaro Valverde
En El cuarto del siroco.
Tusquets editores.

sábado, 30 de marzo de 2019

Natxo Vidal: 7

Igual que Kirsten Dunst,
inmóviles,
nos limitamos a contar las horas
mientras ese planeta se aproxima.
No deseamos nada.
Solo, tal vez, que el fuego
nos ilumine un poco, antes de
quemarnos.


Natxo Vidal
En Mi parte de la pólvora.
Huerga & Fierro editores.

domingo, 24 de marzo de 2019

Gata Cattana: Hojita de menta.


Nosotras siempre hemos sido
lo que nunca seremos.

 Hemos vaciado la copa
 y esputado los restos,
 hemos visto a la mediocridad
 vestirse de hegemonía,
 hemos mirado
 con los ojos soberbios,
 perdonavidas,
 y les hemos perdonado,
 y es algo que jamás nos perdonarán.

 Hojita de menta, Hojita de menta,
 nos columpiamos en la ignorancia,
 creímos en el conocimiento
 en perjuicio del status quo,
 elegimos la epopeya como Aquiles,
 elegimos la manzana,
 y eso es algo que jamás nos perdonarán.

Nosotras fuimos
 de costumbres prehistóricas,
 de leer junto al fuego
 el arrabal y la vanguardia,
los textos sagrados y las fisuras,
 eruditas hasta la arcada,
 sabiondas, repelentes
 hasta la médula.

 Fuimos un mucho de puta
 y un poco de monja,
 demasiado humanas para endiosarnos,
 demasiada idea para tan poca carne,
 fuimos tan del sur
que le dimos la vuelta,
 fuimos tan incógnitas
 que ni nosotras mismas
 sabíamos muy bien.
Y por si acaso el revólver.

 “Lo importante no es ser muy listo
 sino ser buena persona”,
decía mi madre y después dirías tú
más mentirosa que nunca.
 Nosotras quizás no éramos tan listas
pero ni mucho menos buenas personas.
Nosotras no éramos personas
y eso es algo que jamás nos perdonarán.
 Nosotras éramos los idus de marzo,
 la conjura, la disidencia,
 la disidencia siempre,
 fuera cual fuera el autor
 o el imperio,
 nosotras éramos un blanco perfecto,
 la plebe enardecida pedía crucificados
 y ahí nosotras, veníamos a dárselos
 con los brazos abiertos,
 alguien tenía que profanar toda esa mierda.

 No eran tiempos fáciles
 para nadie,
 para nosotras fue como matarnos,
 como la flecha en el talón,
 el comienzo del nuevo siglo
 y la vuelta a la Pangea.
 Los humanos se reubicaban
y corrían a por los dólares despavoridos.
 Los empresarios promovían reformas laborales
 y los gobiernos legalizaban la esclavitud.

 Y en medio de todo esto
 me dices que te vas,
 y te vas,
 y me dejas aquí con los planos sin acabar,
 con los apuntes de filósofos
 que dicen cosas de esas que te gustan,
 y la palabra en la boca.
 Eso es lo de menos.

 Lo demás es cargar yo sola
 con todas esas dudas
 existenciales, tripipoéticas, estrafalarias,
 y escucharte contradecirme y aconsejarme
 por donde quiera que vaya,
como una voz en off,
 como un fantasma.
Dos locas siempre son menos locura
 que una sola loca,
 dos locas es algo más normal,
 pero ¿una loca sola vaciando la copa
 y esputando los restos,
 escuchando voces
 y clamando al cielo,
 leyendo a Deleuze
 sin que tú me lo expliques
 y mentándote por ahí
 como una aparición?
 Eso sí que no.
 Eso es algo que jamás te perdonaré.



Gata Cattana
En  La Escala de Mohs
Verso & cuento. Editorial Aguilar. 

lunes, 11 de marzo de 2019

Clara Janés: El jinete

Potros salvajes corriendo por la playa entre olas y espumas...Asi es de impetuoso mi deseo, bañado de agua y yo saltando. Por ello me enamora que me cabalgues, y en juego de vaivén yo te acompaño y acaricio tus calcañares, de rodillas en ti, y sobre las tuyas suavemente adelanto mi crin hacia la punta de tus extremidades. Observa la belleza de mi dorso de nácar, mira que ya te robo los dedos de los pies con mis belfos; mira con qué ligereza podemos ir al trote y al galope del amor más desbocado. Y cuida de que ni un solo brinco me separe de tu adorado señorío.


Clara Janés
En Kamasutra para dormir a un espectro.
Síruela. Libros del tiempo.

martes, 5 de febrero de 2019

Andrés García Cerdán: La estructura profunda

Noam Chmsky

Como el pescador hawaiano
que hunde su mirada
y sus manos de hombre en el océano
para leer
la estructura profunda del lenguaje,
para saber la dirección
y el sentido de las corrientes,
el movimiento
del agua, 
así el poeta,
así yo cuando pienso en ti,
cuando sumerjo
en ti
mis manos y mi lengua.



Andrés García Cerdán
en Defensa de las excepciones.
Visor poesía.

José Alcaraz: Poema troquelado

Si oyes un ruido como de lluvia en la ventana,
si cruje la madera de la puerta
y una luz temblorosa se filtra por debajo,
si hace frío de pronto alrededor,
soy yo de nuevo
queriendo entrar, el pela ese de la tristeza,
de la muerte y la vida solitaria;
y, para colmo, en verso.
                                       No me eches;
no puedes, ni siquiera parando tu lectura:
por mucho que apartases la mirada,
jamás te negaría la palabra, ya escrita
sin remisión aquí.
                              Porque aun marchándote
lejos de este poema, yo -vitalista, eufórico, imparable-
diría, como ves, que en todo adiós hay muerte,
tristeza y soledad.
                               Y es que, además
seguiría la lluvia llamando a tu ventana,
seguiría el crujido de la puerta,
seguiría filtrándose una luz,
seguiría este frío,

seguiría escribiendo.




José Alcaraz
en Vino para náufragos.
Alhulia.



domingo, 20 de enero de 2019

Pilar Adon: poemas de Las ordenes

EL SILENCIO NUNCA es tan grande
como cuando algo lo rompe.



SOLO QUIEN TIENE el amor
lo cree imprescindible.




No descuido la escritura
sino a mi misma.

Ingeborg Bachmann


¿QUIÉN ME VA A CUIDAR cuando sea vieja?
¿Quién me va a esperar, feliz de verme?
Cabello de nudos. Sin cepillados nocturnos.
Peines y espejos de plata.
Sola en mi sillón. Harta del cansancio y los sermones.
Sin hijos que me bañen,
me cocinen asado con puré,
me traigan jerséis de talla grande,
me laven los pies y las axilas
cuando queden ya pocos motivos para existir.
Vencida por los razonamientos
sobre aquello de recoger lo que se ha sembrado.
Celebraciones, cumpleaños y fiestas
en perspectiva de una soledad redonda.
¿Quién va a venir a verme
los fines de semana?
Si no soy madre.
Si vivo sin reconocer la devoción, el auxilio.
La ternura. Las vistas a los amigos dolientes.
Entre evasivas, papeles y libros,
alejada del sentimiento original.
Escapando de la llamada primera.
Sin saber que es la entrega.
Qué la piedad. Qué la delicadeza
de los niños fotocopia. Su mente dulce y sencilla
como trozos de manzana asada. Como bolsas
de osos Haribo.

¿Quién va a abrazarme cuando sea vieja?
Y esté sola. Y no haya quien quiera hablarme. Y
las cortinas se prendan fuego
y las llamas asciendan hacia el techo. Y nadie
pueda acercarse
al teléfono. Para llamar al servicio de extinción
de incendios.


Pilar Adón
En Las órdenes.
La Bella Varsovia/ Poesía

jueves, 3 de enero de 2019

Miquel Martí i Pol: El año que viene

El año que viene ya nadie se fijará en nosotros.
Ahora somos recién llegados y nos miran con desprecio
hasta los que llevan aquí cuarenta años
y nada les altera.
Tenemos un aire aturdido y tenaz
que hace reír a las mujeres
y apenas si nos atrevemos a girar la cabeza
por temor a perder el equilibrio.

De aquí a un año, sin embargo, habremos mudado la piel,
llevaremos la ropa con más desenvoltura,
perseguiremos a las chicas
y tendremos que decir palabras duras
sin sentir que nos tiemblan las piernas.
Será entonces el momento de esperar a los otros,
a los recién llegados con turno de entrar en juego
y formar parte ya para siempre del bando que odiábamos,
el moemento de intentar formas nuevas
de ganarse el halago con una risotada
de estúpida complicidad,
o tal vez una ruidosa blasfemia de sorpresa.

Y envejecemos deprisa,
porque nada cansa tanto como lograr
en un solo año todo lo que anhelábamos.

(De La fábrica -1959, 1958-1959)




Miquel Martí i Pol
En Un dia qualsevol/Un día cualquiera.
Traducción de Adolfo García Ortega.
Nórdica libros.

miércoles, 2 de enero de 2019

Joaquín Juan Penalva: Dos poemas

DESDE EL TREN

En Alcázar de San Juan,
junto a la vía,
hay un cementerio
de vagones de tren
abandonados,
viejos, rotos...

En Alcázar de San Juan,
junto a la vía del tren,
hay un cementerio
de historias
-cada vagón
guarda la suya,
cada asiento,
cada litera,
la nuestra-;

esta es una de ellas.



RECORTES DE VIDA


A veces encuentro
recortes
de periódico
sobre algo que ya escribí,
sobre algo que pensaba escribir,
sobre algo que me interesó
y ahora ya no recuerdo por qué.

Los releo,
los recuerdo,
los destruyo...
Es la vida, me digo,
nada sobrevive a todo.


Joaquín Juan Penalva
en Anfitriones de una derrota infinita.
Huerga & Fierro.