jueves, 17 de junio de 2021

Rubén Martín: Las ruinas

 RECUERDO un bosquecillo a las afueras

de la ciudad de infancia,

muy cerca, casi al lado del psiquiátrico,

detrás del instituto

al que todos llamábamos La Uni,

y a unos doscientos metros separado 

de la antigua autovía.


Aquel frondoso bosque

de cuento o de película de medo;

aquella selva joven que al llegar nos nombraba

con voz de bruja buena,

de sirena engañosa;

aquel inhóspito lugar donde la noche

ocupaba sus hojas también durante el día;

aquella oscuridad de ramas secas,

curvadas en el aire, macilento y escaso.


Pero detrás de su espesura, todavía peor:

un camino harapiento entre bancales

complacidos de cardos

y al fondo la silueta de una fábrica en ruinas.


Recuerdo aquella cruz de madera tallada

en mitad del camino.


Recuerdo las pintadas con motivos satánicos

extendidas por todas las paredes

siniestras.


Y a veces, cuando sueño muy profundo

y bajo al corazón de la memoria,

recuerdo todavía

las sombras que sin cuerpo deambulaban

por las altas ventanas de la imaginación.



Rubén Martín Díaz

en Un tigre se aleja.

Renacimiento.

domingo, 13 de junio de 2021

Antonio Rodríguez Jiménez: Poética

 Los científicos captan las señales de radio

De una extraña galaxia.

Exactamente, cada doce días,

Registran unas ráfagas

Que duran otros cuatro.


Dos estrellas se funden en el fondo

De un agujero negro

Y alguien a mil quinientos

Millones de años luz recoge breves

Retazos de sonido.


Aquí tienes tu oficio:

Evoca la poesía que escribe el universo.





Antonio Rodríguez Jiménez

En Nuestro sitio en el mundo.

Eolas ediciones.

Ana Luísa Amaral: Dos poemas de What's in a Name

LO QUE NO HAY EN UN NOMBRE


Sentada ante esa mesa, el balcón a la derecha,

como de costumbre,

pienso en mi hija y en el nombre que le pusimos

su padre y yo, cuando nació


Un nombre es cosa del discurso y la palabra,

tan espeso como esas hojas, que, si pudieran mirar,

desde aquella maceta me contemplarían

preguntándome por qué se llaman así


No obstante, no fui yo la que escogió el nombre de la flor

a la que pertenecen esas hojas:

el nombre ya existía, alguien pensó en él

mucho antes que yo, y fue sin duda a partir del latín,

sólo después: la costumbre

pero nada natural hay en un nombre:

como una prenda, un hábito, normalmente para la vida entera,

no hace más que cubrir

la desnudez en que nacemos


Con mi hija,

lo más hermoso de todo, la mayor deflagración

de amor, fue mirar sus ojos,


sentir el tacto en estambre

de sus dedos, tan finos


ésos: aún sin nombre,

pero de una oncotrolable

perfección                    entera



APRENDIZAJE

 

La bicicleta era cromada y negra,

Tenía en el manillar un listón ancho circundando

La Navidad y ruedas generosas

Como parecía el mundo


Yo, la mañana siguiente,

Sin saber mantener una ruta pareja,

A mi lado mi padre, sosteniendo el sillín,

Su mano: ardiente hilo de plomada

En ardiente confianza


Después era su voz entrecortada

Por el puro cansancio de correr,

Tratando de alinear la bicicleta


Hoy, tras muchos años de gestos paralelos,

Mi hija en otros caminos,

Mi mano corrigiendo desviaciones de más modernas ruedas,

Entiendo al fin que era emoción lo que se oía

En la voz interrumpida de mi padre:

Miedo a que me cayera,

Aun sabiendo que eran cortas las caídas,

Pero ante todo la ternura de verme allí,

Entrando en el mundo de los mayores,

En débil equilibrio

Al borde de la salida circular de la infancia


Ana Luísa Amaral

En What´s in a Name.

Poesía sexto piso.

Traducción de Paula Abramo,

lunes, 7 de junio de 2021

Louise Glück: Un jardín de verano. Parte I

I


Hace bastantes semanas descubrí una fotografía de mi madre

sentada al sol, la cara enrojecida como por un logro o un triunfo.

El sol brillaba. Los perros

dormían a sus pies donde también dormía el tiempo,

calmo e inmóvil como en todas las fotografías.


Le quité el polvo al rostro de mi madre.

De hecho, el polvo lo cubrían todo; me parecía que era la persistente

neblina de nostalgia que protege todas las reliquias de la niñez.

Al fondo, una mezcla de mobiliario urbano, árboles y arbustos. 


El sol descendía en el cielo, las sombras se alargaban y se oscurecían.

Cuanto más polvo quitaba, más crecían las sombras.

Llegó el verano. Los niños

se inclinaban sobre la rosaleda, sus sombras

se fundían con las sombras de las rosas.


Me vino una palabra a la cabeza, referente

a este desplazamiento y cambio, estas borraduras

que ahora resultaban obvias;


surgió, y con la misma rapidez desapareció.

¿Era ceguera u oscuridad, peligro, confusión?


Llegó el verano, luego el otoño. Las hojas cambiaban,

los niños eran puntos brillantes en una masa bronce y siena.


Louise Glück

en Noche fiel y virtuosa.

Traducción de Andrés Catalán.

Colección Visor de Poesía.