viernes, 17 de julio de 2015

J.A. González Iglesias: Fragmento del prólogo de Confiado.

Hay momentos en que casi todo se puede decir con casi nada. En este momento -que ha durado varios años- he podido decir lo esencial con una sola palabra. Si somos fieles a la circularidad antigua, un libro de poesía da una vuelta a una idea, para que tome cuerpo. El Evangelio de Juan se compone de poco más de un millar de intensas palabras, combinadas prodigiosamente. Una de ellas es "confiado".
Aristóteles define el miedo como un sufrimiento anticipado, por un mal que nos aguarda en el futuro. Lo contrario -la percepción del futuro como un bien- tiene que tener un nombre. Creo que es confianza.
   Este autorretrato de un hombre maduro se opone a lo que vi en un reality de la televisión, en el que un joven de dieciocho años se definía como "muy desconfiado". Por otra parte, en unos tiempos difíciles, uno de mis amigos más queridos me preguntó por sms: "¿estás más confiado?" La posibilidad de subir esa escala a medida que vivimos me sigue admirando. Naturalmente, la confianza verdadera no es en uno mismo, sino en las demás personas, en las cosas del mundo, en el lenguaje mismo. Por algo de eso me ha gustado descubrir que el libro contiene cincuenta poemas, los mismos que mis años.
   La poesía puede orientar el lenguaje hacia el futuro. No hacia el pasado, como suele hacer la narrativa. Sin necesidad de formular una profecía, el poeta puede dejar que el logos vislumbre serenamente lo que nos espera, lo que venga, como dijo Pedro Salinas en su Confianza.
   En esta época tan desconfiada -tan cínica en el sentido peor- he tenido la tonificante sensación de nadar contracorriente. A menudo, cada vez más, oigo hablar con descaro de una cultura posthumana. Coincide esto con un desgaste del lenguaje como nunca se había conocido. A veces me parece estar cercado por una cultura cruelmente arcaica, prepoética. Gonzalo Rojas la ha llamado "lenguaje sin logos". Tomas Trasnströmer, "palabras, no lenguaje". Educado en la literatura humanística, confío en ese Logos que, como dijeron los estoicos y el evangelista, es el principio del universo. Si hay que volver a decirlo todo en griego, entiendo que la poesía es una ética y una física. También una metafísica. En este reino de la cantidad que es la cultura de masas llevada a su paroxismo electrónico, es posible que la poesía sea el último idioma cualitativo. En el reino de las prisas, puede que sea el último lenguaje auténticamente lento. Por eso está aquí un terceto de Jorge Guillén (él lo llamó un trébol) (Rechacé,/ mundo, lo que te sobraba/ pero te guardé mi fe.) que me acompaña desde mi adolescencia como un lema moral ...



UN HOMBRE JOVEN MUERDE UNA MANZANA


Para Rafael Pontes

Un hombre joven muerde una manzana.
A pesar del volumen de la radio
que habla de fútbol, a pesar del ruido
del motor, de la gente que habla dentro
del autobús, cada mordisco deja
oír el casi rugido
con que los dientes entran en la carne
extraña de la fruta, reiterando
su despreocupación, su confianza
en el tiempo que tiene por delante.



J.A. González Iglesias
en Confiado.
XXXVI Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla
Colección Visor de Poesía.

miércoles, 15 de julio de 2015

Anónimo: Azúcar

Hoy, en la ciudad, todos, absolutamente todos, se levantaron con granos de azúcar en los labios. Pero sólo se dieron cuenta los que al despertarse, se besaron.

Anónimo
en Veinte cuentos.
Revista Planeta humano