domingo, 15 de marzo de 2020

Jose Daniel Espejo: Charo 2


A veces veo en sueños a la mujer que falta.
No habla. Se mira las sandalias. Lleva un vestido 
de color azul oscuro. Cuando se lo quita 
ya ella no está allí. Nos cubre con él 
a los niños y a mí ahora nos refugian 
infinitas constelaciones desconocidas.

José Daniel Espejo
En Los lagos de Norteamérica.
Pre-textos. 

Amalia Bautista: La vida responsable

CONDUCIR sin tener un accidente,
comprar desodorante y macarrones
y cortarles las uñas a mis hijas.
Madrugar otra vez, tener cuidado
de no decir inconveniencias, luego
esmerarme en la prosa de unos folios
que me importan exactamente un bledo
y darme colorete en las mejillas.
Recordar la consulta del pediatra,
contestar el correo, tender ropa,
declarar los ingresos, leer libros
y hacer unas llamadas por teléfono.
Me gustaría permitirme el lujo
de tener todo el tiempo que quisiera
para hacer un montón de cosas raras,
cosas innecesarias, prescindibles
y, sobre todo, inútiles y bobas.
Por ejemplo, quererte con locura.

Amalia Baustista
En Tres deseos.
Renacimiento.

Lola Mascarell: Música de los álamos

Las hojas de los chopos caen cantando,
se adentrar en la tierra
cuajada todavía del temblor
con que el viento despierta
la música secreta de sus ramas.

Caen cantando las hojas, se abandonan,
murmuran su canción ene el descenso,
porque abajo es el barro,
su olor profundo, tumba,
pero abajo es también
el manto que ha de dar
intemperie a la voz de un nuevo ciclo.

Las hojas de los chopos caen cantando,
coronan con su leve
quejido de hojas secas
el sello de este paso
que andaba por aquí.

Las hojas de los chopos caen cantando
su lección de belleza y dignidad.

Están cayendo ahora.

Quien pudiera caer como vosotras
sin dejar de cantar.

Lola Mascarell
En Un vaso de agua.
Editorial Pre-textos, Colección la cruz del sur.

jueves, 12 de marzo de 2020

Ángel Manuel Gómez Espada: Estrella polar

La ciudadanía duerme.
Tarde ha remitido la lluvia.
Regresas a casa
Tras una jornada cotidiana
De trabajo maltrecho y roto.
Esquivas los charcos
mientras silbas a Mozart
y te sientes dulcemente cansado.
Ningún motor de coche
atropella tus divagaciones.
Ninguna luz de neón
aturde tus memorias.
Ningún llanto de perro,
ninguna salida de tono.
La ciudad está dormida,
hastiada de los noticiarios
y de la vida secundaria.
Te ofrece todos sus secretos
y tú los rechazas con vago gesto,
con un silbido dulce
que imita al violín
que imita al jilguero
que escuchó en su día
el austriaco inmortal.
La cuidad está durmiendo.
Entera para ti se entrega.
Te ofrece descubrir sus laberintos,
sus hermosos rincones clandestinos.
Pero estás cansado.
Prefieres aligerar el paso,
regresar a casa. Tienes prisa.
Apoyas tu alma en el paraguas.
Estás deseando abrir la puerta,
Entrar, dejar las llaves,
quitarte el abrigo,
besar su nuca.
Besarle la nuca a tu estrella polar.
Brújula que te orienta.
Que te salva de laberintos.
Que resuelve crucigramas por ti.


Ángel Manuel Espada
En Postales en una caja de galletas.
Editum. 

lunes, 2 de marzo de 2020

Un cesto de naranjas

Para Salva Robles
En su cincuenta cumpleaños



Quién nos iba decir,
amigo Salvatore, 
que llegados al otro umbral 
de la estación florida, 
y adentrándose el tiempo 
en el que el viento airado 
cubre de nieve la hermosa cumbre, 
que habríamos de compartir contigo, 
no la dicha -que es algo fugaz- 
sino la gloria 
de quien ya no cumple años 
sino experiencia, 
de quien supo sacar zafiros 
del pozo umbrío 
de las adversidades. 
Tú, rey Midas de la amistad 
que conviertes en oro 
un encuentro azaroso, una llamada, 
para que el cauce fértil 
por donde fluyen 
los amores fraternos se renueve 
siempre distinto y siempre igual. 

 Quién nos iba a decir, 
amigo Salvatore, 
que de algo tan humilde, 
de este puñado de palabras 
que son el pan nuestro de cada día, 
haya podido lentamente 
crecer este árbol tan frondoso, 
que igual que los naranjos 
de tu valle de Guadallhorce, 
convierta la experiencia olorosa 
del azahar 
en esta otra experiencia ya sublime 
de comerse a bocados 
el fruto de la vida.