jueves, 4 de enero de 2018

Antonio Rodríguez: Pequeña soñadora

Cómo podrás vivir sin los dientes del lobo,
pequeña soñadora que ríes en mis brazos.
Cómo podrás vivir sin el veneno
mortal de las serpientes
entre tus enemigos,
pequeño animal dócil.
Tú, que no sabes nada
del arte de la guerra,
qué harás sin la coraza forjada por la infancia,
sin el arma eficaz de la mentira.
Pequeño animal dócil, criado en la verdad,
que no te espanten
los gritos de los monos, el rugido
potente del león. No tengas miedo
de quien perpetra el daño,
de aquellas allimañas
condenadas al rito sangriento de la lucha.
Tú que eres sólo amor, no tengas miedo.
Bordón de risa, piel de fruta fresca,
agua de manantial que corre pura
entre tanta inmundicia.

Antonio Rodríguez Jiménez
en Estado líquido.
La isla de Siltolá.

lunes, 1 de enero de 2018

José Luis Piquero: Dos poemas de Tienes que irte

OLA DE ROBOS

Mientras tú y yo dormimos
los ladrones están a la puerta de casa.
Tienen fantasías contigo:
te violarían ante mí si pudieran quedar impunes.
Ellos desean todo lo que tenemos,
pero nosotros no tenemos nada.
¿Tendré que contemplar cómo nos aniquilan?
Tal vez me peguen un tiro en la cabeza
y se lleven mi ordenador.
Contiene todos  mis secretos, como tú misma.

Vamos a echar todos los cerrojos,
vamos a hacernos compañía en el miedo. Los vecinos
también sueñan con hordas de asesinos thug
acechando en el jardín.
Y aún así seguiremos levantándonos cada mañana
y haciendo los mismos gestos:
¿Aún queda zumo de naranja, amor?
                                                             Tenemos toda la pinta
de ir a morir cualquier día, y Dios sabe c´mo
y lo que nos harán durante.


MATRIMONIO


¿Quién juega ahora con los grifos?
¿Una esposa afligida, un  Dios-ama de casa,
haciendo cosas útiles como llenar la olla o fregar las satenes?
¿Eres tú? No lo hagas. Me he escaldado los hombros
con los que llevo el peso
de nuestras vidas
cuando no estás ni para abrir un grifo,
y de reírte ya no digo nada.

Sí: eres como Dios, no te das cuenta.
Es por tu intercesión que me quemo la espalda o me muero de frío,
a la intemperie, en medio de toda esta blancura (empañado milagro, santa sábana un cristo dando voces)
O quizá no: serán
caprichos de traviesas tuberías
-¿qué sabemos nosotros de tantas tuberías, de Misterios?-,
y  a la mejor eres tan inocente y estás tan indefensa
como el blanco gusano enjabonado: yo. Mira a tu Hijo.

Si pudiera quedarme para siempre bajo la ducha, lo he pensado,
ensayando una especie de renacimiento, una muda de piel.
Los frascos amigables no contienen secretos,
no dicen: ya no puedo más. No juegan
al escondite con sus semejantes.
El mentol y la esencia de vainilla sólo quieren quererme.
Ser el vapor, difuminando el mundo,
un indio bautizado,
un alegre tritón pringoso de fragancias un no-resucitado, ungido para nadie, cualquier cossa
menos el responsable
de esto:
de nosotros.

Los santuarios no existen. Moriremos de exceso
de realidad. ¿Es otro día malo, mi condena, mi amor,
mi Padre cruel, que me has mandado a redimir el mundo, y tengo que salvarte?

No toques esos grifos. Saldré tonificado, reluciente,
tan fiable y tan sólido, puro mármol de Roca,
dispuesto a hacerme cargo, como siempre.
Feliz como una gota de colonia.

A no ser que las gotas de colonia tampoco sean felices.


José Luis Piquero
en Tienes que irte.
Siltolá poesía.