lunes, 29 de junio de 2015

Natxo Vidal: diccionario

Motivo de la portada de Antonio Gómez Rivelles


AYER estuve en el parque, jugando con mis hijas. Viendo cómo jugaban ellas con los otros niños, mientras los mayores, sentados en el banco, hablábamos de cosas aburridas. Al final de la tarde (invitadas, tal vez, por la propia luz, ya a la fuga) decidieron jugar al escondite. Aunque el juego posea una serie de normas comúnmente aceptadas (compartidas, quiero decir) en todos los lugares en los que se juega, que son todos, no es menos cierto que en cada lugar se desarrolla en base a claves o procedimientos diferentes. En ocasiones son solo pequeños detalles, cambios mínimos en la terminología o el mecanismo de las partidas, pero bastan para hacer de cada una y de cada sitio un espacio único, una experiencia irrepetible. (En  La conjura contra América, por ejemplo, habla Philip Roth del mismo juego al que juegan hoy mis hijas, con pequeñas variaciones, más de setenta años después, al que él se refiere como a conquistar el mundo y al que nosotros llamamos simplemente sangre). Por si fuera poco, en el caso concreto del escondite, las normas pueden variar dependiendo del carácter del que paga (el jugador que busca a los escondidos), ya que los jugadores menos deportivos no están dispuestos a aceptar determinadas normas. Aquellas, sobre todo, que consideran más perjudiciales para su tarea. A veces estos cambios dan origen a fuertes controversias entre jugadores.
Comenzaron a jugar al escondite, decía. Me sorprendieron pronto algunas reglas
algunos términos
que yo no recordaba que existieran en mis partidas de niño
en el mismo barrio
casi en las mismas calles
Rápidamente constaté que existen un montón de normas: perrito guardián, relojito, zanahoria... cuyo significado ignoro. Pero hubo una que me sorprendió, especialmente. Para no andarse por las razas, el que está pagando dice diccionario. ¿Y qué significa diccionario?, dije. Pues para no decir todas las normas, me contestaron, decimos
diccionario
porque en el diccionario están todas las palabras, y terminamos antes.
Llevo toda la noche pensando en ello. Y tienen razón.
Te he dicho muchas veces que te quiero, de formas diferentes.
Hemos montado juntos la grupa del deseo, convertida la carne
en un incendio
las manos sucias
la boca sucia
los cuerpos destrozados y mojados

olvida todo lo que te he dicho antes
olvida todas las palabras
vamos a seguir su ejemplo porque ellos son mejores que nosotros

diccionario amor mío
diccionario.
















Natxo Vidal
en Ícaros desorientados.
Raspabook, poesía.

martes, 23 de junio de 2015

Vicente Gallego: Poemas de Saber de grillos
















INTIMIDAD


 A Dokushô Villalba, en gassho

Poniendo la cabeza frente a mí,
dejando que se escurra y que se seque;
sentándome sin más en la desnuda
gratitud de sentirme,
se ha ensanchado la casa.

 ¿Dónde están las orillas de este río
que se respira a solas vivamente?

 ¿Dónde os habéis marchado,
padre, madre, mundos, que ahora estáis
tan presentes en mí, que no soy nadie?


 AQUÍ CANTAN LOS PÁJAROS

 A Álvaro Salvador y Pepa Merlo

Aquí cantan los pájaros,
pronuncian la alborada.

 Los escucho
no sé deciros dónde,
en el pellizco a ciegas
donde huele la flor
y se abrasa la carne
de pura cercanía con lo vivo.

 Aquí cantan los pájaros,
están izando el día
a su cristal de luz para romperlo
y que caiga hecho trino sobre el mundo.


 GOLONDRINAS

 A Begoña Pozo

 Sin deshacer su vuelo,
recogen su moneda
en las aguas de luz,
y suben para hacernos
saber nuestra fortuna.














Vicente Gallego
en Saber de grillos.
Colección Visor de Poesía.

lunes, 15 de junio de 2015

José Tono Martínez: 5 (Si llegas al trabajo agotado)














Si llegas al trabajo agotado,
allí donde reparten la dádiva que te da de comer
y poco más,
si tu rostro cuarteado de expedicionario nocturno,
y a tu edad,
la gente lo percibe y lo reprocha
con el cariño de quien sabe tolerar tu rareza.
Si te excusas, una vez más,
mintiendo y diciendo la verdad,
pues cierto es que te acostaste temprano
y aún así, en una sola noche,
tu vida entera rehiciste.
Si comenzaste por aceptar aquellos labios carnosos
y toros como brasas
zigzagueantes o luciérnagas de sol
prendidas del aire de la sierra
y la montaña de granito pelada
cuyo lecho te ofrecía un destino diferente
o tal vez el mismo.
Si de ahí hasta hoy,
en una sola noche insomne,
tiempo tuviste para desandar lo andado
y coger lo que te ofrecieron y rechazaste.
Si al levantarte hoy,
vuelves a ser el mismo de cada día,
el ser humano previsible
que lee el periódico en el tren de cercanías
con un aire de trasnochador que no te corresponde.
Si supieran lo lejos que has estado.
Si supieran lo lejos que estás.
Si supieran.



José Tono Martínez
en El que hiere de lejos
Huerga y Fierro. Colección La rama dorada.

viernes, 12 de junio de 2015

Antonio Praena: Nescivias



No quieras escapar hacia otros cielos.
No sabe del amor quien vuelve vivo.







Antonio Praena
en Yo he querido ser grúa muchas veces.
Visor de poesía.

martes, 9 de junio de 2015

Costas Mavrudís: Primavera o lectura con notas

Cuando la tarde del 5 de abril de 1956 mi padre llegó a la última página de Madame Bovary (Ediciones Epojí. 1954), el libro, como todos los textos que leía, estaba anotado por todas partes (Ruán, "con el claro carillón de las iglesias que se alzaban en medio de la bruma"), las referencias al pasado infantil de la heroína "cuando iba a confesarse, inventaba pecadillos para permanecer allí más tiempo, arrodillada en la sombra, juntas las manos y pegada la cara a la rejilla bajo el murmullo del sacerdote", observaciones sobre la representación de Lucia di Lammermoor y el tenor Lagardy, que interpretaba e papel de Edgardo, los encuentros con Rodolphe en el hotel, e igualmente sentencias y consideraciones axiomáticas, de las que estaba lleno el libro.

Han pasado años desde la lectura
y como las anotaciones de los ausentes
permiten siempre conjeturas sobre su motivación
parece que expresaran algo pretendido
(se puede distinguir
el melancólico orgullo del progenitor
que quiere proyectar su sombra
y conversar desde la ausencia con su vástago)
par quién si no anota
en la primera y en la última página del libro
hora día y año de lectura,
es como un diario dense cuenta,
con intención de llegar al descendiente
"terminé el libro que tienes en las manos", le dice,
"el cinco de abril del cincuenta y seis,
seis meses después de la muerte de Papagos,
nueve meses antes de la conferencia
de Cosmás Politis en nuestra ciudad
(la afluencia de público fue inusitada,
si alguna vez te interesas por crónicas ya olvidadas
encontrarás los detalles),
al mismo tiempo que las cosas que he subrayado
nuestros acontecimientos siguen su curso,
dos años más tarde, concretamente,
llegará lo inevitable.
Ahora es primavera
veo enfrente los almendros,
crecen judías en el huerto.
Estoy sentado a la ventana
en la que cazaste aquella enorme langosta
(la conservamos diez años en alcohol)
añadiré
llovió dos días
la tierra olía
y conducía como siempre a inescrutables evocaciones
¿sabes?, el día que subrayé cómo "seguía el gran auge del chocolate" la farmacia del señor Homais y el pasaje en el que la criada "usaba ahora los vestidos de la señora; no todos, porque él había guardado algunos, e iba a verlos a su cuarto de vestir, donde se encerraba", en aguas del cabo Cafareo se fue a pique el Elsi (primera plana varios días en los periódicos). Me gustó debo decir  (en notro capítulo) el peluquero que "tenía un viejo grabado de modas pegado sobre un cristal". Ya verás que "se lamentaba de su vocación frustrada, de su porvenir perdido, y soñando con alguna peluquería en alguna gran ciudad, mataba el día paseando de un lado a toro, desde el ayuntamiento a la iglesia, taciturno". En el capítulo 8 de la segunda parte, la Feria del Campo (los preparativos, las autoridades, sus discursos), es una pausa, un ingenioso paréntesis entre las relaciones de los personajes y los acontecimientos. Cuánto se parece, fíjate, a cuenta Feria que todos los meses de julio ponía en jaque a la ciudad: "avanzaban con paso lento unos señores que pasaban revista a cada una de las reses y luego cambiaban impresiones en voz baja. Uno de ellos, que parecía mas importante, tomaba algunas notas, la mediocridad provinciana, las ilusiones que en ella se perdían. A lo mejor te acuerdas de los comentarios sobre el secretario del Ministerio que premió a una vaca, porque su mirada "meliflua y soñadora", le recordaba cierta relación suya de otra época,
ya re puedes imaginar de qué clase.
Alguna vez, pienso, las dos Ferias
podrían ser la misma.
Con frecuencia el tiempo, como na vieja lectura,
vuelve los hechos confusos
casi abstracciones,
no sabes a dónde pertenecen:
"El señor prefecto no acababa de llegar,
los miembros del jurado estaban desconcertados
sin saber si comenzar o seguir esperando".
Imágenes de los grandes campos fuera de la ciudad:
paisaje polvoriento,
el zumbido de las moscas,
la tarima,
el aire, ¿te das cuenta?, se mece blando,
puedes moverlo como algo sólido.
Conciudadanos nuestros con túnicas antiguas
sin moverse para la fotografía
acarician amistosos los animales premiados
deslumbrados en el continuo presente"

Costas Mavrudís
en Cuatro estaciones.
Edición bilingüe de Vicente Fernández González.
Pre-textos.