domingo, 25 de noviembre de 2007

Lecciones de abismo

-Mira -me dijo mi verdugo-, y fíjate bien en todo; es preciso aprender a contemplar el abismo sin la menor emoción.
Entonces abrí los ojos y vi las casas como aplastadas por efecto de una terrible caída en medio de la niebla producida por los humos de las chimeneas. Por encima de mi cabeza pasaban desgarradas las nubes. y, por una ilusión óptica que invertía los movimientos me parecían inmóviles, en tanto que el campanario, la cúpula y yo éramos arrastrados con una velocidad vertiginosa. A lo lejos, se extendía por un lado la campiña, tapizada de verdura y brillaba, por el otro, el azulado mar bajo un haz de rayos luminosos. El Sund se descubría por la punta de Elsenor surcado por algunas velas blancas, que semejaban gaviotas, y entre las brumas del Este se esbozaban apenas las ondulantes costas de Suecia.
Toda esta inmensidad se arremolinaba confusamente ante mis ojos. Esto no obstante, tuve que ponerme de pie y pasear en derredor la mirada. Mi primera lección de vértigo duró una hora. Cuando, al fin, me permitieron bajar y sentar mis pies en el sólido piso de las calles, estaba desfallecido.
-Mañana repetiremos la prueba-me dijo el profesor.
Y en efecto, durante cinco días tuve que repetir tan vertiginoso ejercicio. y, de grado o por fuerza. hice sensibles progresos en el arte de las altas contemplaciones.

Julio Verne
en Viaje al centro de la tierra.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Consulto una vez por semana su blog porque me gusta deleitarme con estas tapas literarias que usted nos ofrece. ¡A ver con qué exquisitez nos obsequia usted la próxima vez!
¡¡Ánimo, señor Aguilar!
Fermina Daza

Antonio Aguilar dijo...

Gracias. Voy escribiendo según leo, pero a veces no encuentro tiempo ni para una ni para otra cosa. Y luego, como ahora, me pego el atracón (por continuar con la comida).