miércoles, 4 de abril de 2007

Dos poemas de Robert Frost

MIEDO A LA CASA

Siempre –ellos lo fueron aprendiendo-, siempre que volvían por la noche, de lejos, a la casa solitaria –lámparas sin encender y cenizas de hogar-, hacían rechinar la llave en la cerradura –ellos lo fueron aprendiendo-, para que cualquiera que pudiese estar allí tuviera aviso y tiempo de salir al campo. Y, prefiriendo la noche de fuera a la de dentro, ellos aprendieron a dejar de par en par la puerta, hasta que habían encendido la lámpara.


LA SONRISA
(Palabras de ella)

No me gustó nada la manera que tuvo de irse. ¡Aquella sonrisa suya era de alegría! Pero él sonrió –¿lo viste?-. Sí, estoy segura de que sonrió… Quizás fue porque sólo le dimos pan, y comprendió el malvado que éramos pobres; o porque nos permitía dárselo en vez de arrebatárnoslo. Quizás se burlaba de nosotros porque estábamos casados, o porque éramos tan jóvenes –y él se complacía en imajinarnos viejos o muertos-. … Estoy pensando si andará por ahí cerca todavía… Tal vez está observándonos desde los árboles.


Robert Frost
en Música de otros de Juan Ramón Jiménez
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores

domingo, 1 de abril de 2007

Pido a los dioses...



Pido a los dioses que mis penas cesen,
esta guardia, que dura ya hace un año,
durante el cual, echado como un perro,
en la azotea del palacio Atrida,
aprendí a conocer la multivaria
multitud de los astros que en el cielo,
príncipes luminosos, resplandecen,
y las estrellas, que a los hombres traen
inviernos y veranos, ortos y ocasos.

(Breve pausa)

Y ahora aguardo el signo de la antorcha,
la llama esplendorosa que de Troya
ha de traernos nuevas y el anuncio
de que al final ha sido conquistada,
pues así lo ha mandado de una esposa
el varonil e impaciente pecho.
Cada vez que me tumbo en mi camastro
perdido en la tiniebla y empapado,
y nunca visitado por los sueños
-que en vez del sueño, el terror se me acerca
y el párpado cerrar no me permite
en tranquilo reposo-, cuando quiero
cantar o bien silbar una tonada
buscando contra el sueño algún antídoto,
echo a llorar, lamento el infortunio
de una casa ya no tan bien llevada
como antaño. Mas ¡ojalá que ahora,
a través de la noche, apareciera
la llama que traerá buenas noticias,
y llegara el final de mis desdichas!

(Breve pausa. A lo lejos, de pronto, brilla una luz.)

Oh, bienvenida, antorcha que, en las sombras,
presagias ya la luz de la alborada
y en Argos el comienzo de festejos
para conmemorar esta ventura.
¡Oé, oé!
Con voz muy clara envío la consigna
a la esposa del rey, para que, presta,
se levante del lecho, y en palacio
haga entonar un canto de triunfo
en honor de esa antorcha, si es muy cierto
que la ciudad de Troya está tomada.
Y yo mismo el preludio de la danza
habré de interpretar; que esta jugada
de mis amos la apunto yo en mi haber:
¡un triple seis me vale esta fogata!

(Baila durante unos instantes)

Y que el día en que llegue a este palacio
mi señor rey, me sea concedido
sus manos estrechar entre las mías.
El resto, me lo callo: que en mi lengua
pesa un enorme buey. La casa misma
si hablar pudiera todo lo explicara.
Yo escojo, por mi parte, a quienes saben
y entienden, dirigirme. Para aquellos
que ignoran todo, todo lo he olvidado.


En Agamenón de Esquilo. Editorial Cátedra.
Traducción de José Alcina Clota