jueves, 30 de junio de 2016

Mark Strand: Luminismo.

Aunque fue algo breve y leve y nada
A lo que haberse aferrado durante tanto tiempo, lo recuerdo,
Como si procediera del interior, una de esas escenas
Que la mente se propone a sí misma, noche tras noche, solo
Para despedirla, con rapidez y sin avisar. La luz del sol
Inundaba el suelo del valle y ardÍa en las ventanas de poniente
De la ciudad. Las calles brillaban como Ríos
Y el diluvio de luz había atrapado árboles, arbustos y nubes,
Nada se libraba de ello ni siquiera el sofá en el que nos sentábamos
Ni las alfombras ni nuestros amigos, con la mirada perdida en el espacio.
Todo lo cubría el Dorado fuego. Entonces Philip
Posó el vaso y dijo: "Esta mano pertenece
A una serie infinita de manos. Imaginaos".
Eso fue todo. La tarde se ensombreció y oscureció
Hasta que el cielo hacia el occidente adquirió
Aspecto de hematoma, y todo el mundo se puso en pie,
Y dieron que el crepúsculo había sido maravilloso. Fue hace tiempo
Y fue notable, pero algo más ocurrió entonces:
Un grito, casi más allá de nuestro umbral de audición, cada vez más alto,
Como si cruzará el tiempo, para tocarnos como ninguna otra cosa lo haría,
Y ya levemente que podríamos vivir nuestras vidas sin haberlo advertido.
Hasta ahora no he sabido lo que había querido decir.




Mark Strand en
La vida continua.
Visor.

martes, 21 de junio de 2016

Michel Houellebecq: Cara B

Y entonces de repente todo pierde su atractivo
El mundo sigue ahí, repleto de objetos variables
De discreto interés, fugitivos e inestables,
Una luz mortecina baja del cielo abstraído.

Es la cara B de la existencia
Sin placer ni verdadero sufrimiento
Salvo aquellos que derivan de la usura,
Cualquier vida es una sepultura

Cualquier futuro es necrológico
Ya sólo nos hiere el pasado,
El tiempo de la ebriedad y el sueño,
La vida no tiene nada de enigmático.



Michel Houellebecq
En Configuración de la noche.
Anagrama.

miércoles, 8 de junio de 2016

Pere Gimferrer: Elegía

ACUDE al hotel Welcome la luz quemada,
baile de calaveras de la luz:
a los porches de cárdenas arcadas
llegan las agonías de la noche.
El cielo que al cerrarse era amarillo de angustia
tiene la transparencia de un clarín:
la luna es sagrada y profana,
el milagro del día en su desmayo.
La última mirada de Errol Flynn,
en un quiebro de llama desgarradas,
ve las gafas oscuras de la muerte:
son  de cristal ahumado los papeles.
En una contradanza de gavotas,
somos formas del bosque de la noche:
Pelléas y Mélisande, Nora y Robin,
el carnaval de los cuerpos agitados por la penumbra,
tan picoteados como los dedades
de aquel poema de Francois Villon.

No nos han colgado verdugos ni victimarios:
somos la prenda ardiente del deseo.
Tantas cosas escritas, tantos grafitos,
tanto vidrio esgrafiado en el otoño,
tanto cascajo de la claridad,
astillada en el taller del estío.
La muerte de andar por casa clava agujas
en los hombros del hotel Welcome:
los ascensores de bolsas de la niebla
suben y bajan llenos de dioses antiguos.
Al hotel welcome llega la siesta
de las anomalías del deseo,
cuando la oscuridad de punzones de hierro
pone al rojo los aires de la muerte.


Pere Gimferrer
en El castillo de la pureza.
Tusquets editores

lunes, 6 de junio de 2016

Katy Parra: Blues

BLUES


Hay un lento temblor que no concluye,
un blues con voz de nadie
destrozando a pedradas las metáforas,
un gusano dictando atardeceres,
un pedazo de pan
que busca en la basura su almacén de pecados
su copa malherida,
su trozo de mantel.

Hay razones de sobra
para invertir el ritmo de este allegro,
para pensar en ti de otra manera.



(La poeta flanqueada por mis amigos Antonio Praena y Juan Ramón Barat)

Katy Parra
en Licencia para bailar.
Valparaíso ediciones.

domingo, 5 de junio de 2016

Rubén Martín Díaz: Dos poemas de Arquitectura o sueño

En el jardín

Light breaks where no sun shines.
Dylan Thomas

Leo a Dylan Thomas bajo el estanque sideral. Una luz redonda, aquilatada, vierte el sonido de un oboe nocturno engalanado de grillos. Huele a tierra horneada. La ciudad, al fondo, espejea como brasas de un fuego contenido, aún sin apagar. Todo está en brazos de un orden perfecto. La vida me es propicia y me concede el placer de disfrutar de la lectura sin que nada lo enturbie. Aprendo, pues, a valorar su efímera benevolencia. No exijo, acepto, cumplo, doy las gracias: es todo cuanto sé hacer. A través de esta dicha, la intuición de una luz desmadejada prende al aire sin sol. El día es un proyecto con visos de futuro. La noche, sin embargo, la ebriedad presente con que fluyen los versos del poeta galés bajo mis venas.


El mirlo blanco

La lluvia deshace acuarelas sobre las alas del mirlo; sencillez y belleza en la arquitectura de lo natural. ¿Arquitectura o sueño? De igual forma, retoño de un milagro que pinta acrobacias de pátinas nunca antes contempladas: remolinos de incienso respirados por mis ojos, aroma visto que entibia mi alma y la abreva con cal latiente. En la plata líquida del día, vertida desde una terma celestial, el mirlo se enjuaga su plumaje entallado y renace blanco de tan puro, trasparencia apenas bajo el vértice primero que la luz convoca. Cuerpo vivo en apariencia de nieve -arquitectura o sueño, es indistinto-, su sola imagen me confirma.


Rubén Martín Díaz
en Arquitectura o sueño
Editorial La isla de Siltolá.

viernes, 3 de junio de 2016

Yannis Ritsos: La Señora de las Viñas, Canto I

SEÑORA de las Viñas, te vimos tras la red de los pinares
arreglando al alba las casas de las águilas y de los pastores,
sobre tu falda el lucero mecía las amplias sombras de las horas de parra,
dos abejas madrugadoras colgaban de tus orejas como si fueran pendientes
y las flores de azahar te iluminaban el negro camino calcinado.

Señora morena a quien la luz doró las manos como el icono de la Virgen,
en el vello rizado de tu nuca centelleaba el rocío de la noche,
como si se arrepintiera poco antes de apagarse la galaxia
y se atara a tu cuello como un collar de monedas para derretirse al calor de tu pecho.

Y era el silencio denso como la leche en tonel de abeto,
y la tierra labrada olía como la iglesia el Domingo de Ramos,
salía el pastor de su sueño igual que el cangrejo sale del agua hasta la orilla
y brillaba la mañana en su tierno caparazón azul con dos briznas de estrellas.

Grandísima Señora, qué dulce el primer "buenos días" del naranjo silvestre,
qué dulce paso el tuyo y el aliento del pez junto a la luna,
qué dulce charla de la hormiga ante la capilla de la margarita.
Ah, cuánto oto deja el rayo de sol en la gota de rocío
cuando las pléyades cuelgan de tu frente los siete brotes de acacia,
ah, cuánto polen se acumula en la boca de la abeja para la miel,
cuánto silencio en tu corazón para el canto.

Aquí mismo se juntan la noche y el alba en un escalofrío sin estremezo
y a ti, tus dos manos entrelazadas a las rodillas de la serenidad te iluminan
como dos palomas de luz inmóvil sobre el bosque.


Yannis Ritsos
en Romiosyne seguido de La Señora de las Viñas.
Traducción de Juan José Tejero
Editorial Pre-textos